¿Qué Pasa?

El lado bueno

El lado bueno

El viejo Pablo era considerado una eminencia en su pueblo. Vivía en un lugar que en sus tiempos mozos no era el más mencionado ni conocido, pero allí él era el que más sabía.

No es que fuera prepotente ni se las diera de sabio, no. Es que en el momento preciso dio  importancia al conocimiento, se habia preparado, tuvo buenos cargos y fue el consejero de todos, cada vez que se necesitaba una opinión experta sobre un tema.

Por eso en cualquier momento lo visitaban politicos, maestros, escritores y hasta jóvenes que querían sus sabias orientaciones. Y Pablo siempre estaba dispuesto. Murió ya hace tiempo, mucho tiempo, pero su cuerpo delgado parece caminar todavía por aquel lejano pueblo en el que cada mañana recorria las calles temprano para ir a su trabajo y luego regresar a su casa, siempre correcto, tranquilo, amable, sincero.

Caminaba dando pasos largos, que no podían serlo tanto, por su estatura. Era un hombre pequeño de cuerpo, pero inmenso en sabiduría. Sus pantalones parecían elegidos para ocultar su delgadez, eran un poco anchos y ceñidos a su cintura por la correa. Nunca se le vio en camisa mangas cortas, siempre las usaba largas.

Y precisamente sus mangas fueron en aquellos años las que sirvieron de parámetro para delatar crual  paso del tiempo.

En principio le quedaban perfectas y pero con los años, Pablo se convirtió para todos en el viejo Pablito y sus brazos parecían achicarse motivando que con una gomita fina en cada una, remangara la tela de su camisa. Cada vez se veia más pequeño, cada día sus mangas lucían más remangadas, y así mismo se achico su oportunidad de vida.

Sus pasos ya no eran largos y no caminaba tan rígido como antes. Su cabeza parecía ahora inclinarse un poco y el cansancio llenaba su cuerpo que se veía lento en movimientos.

 Un día se corrió en el pueblo que murió y el dolor llenó a cada habitante del lugar.

Se fue tranquilo. Parecía dormir en su caja, limpio, pequeño, con sus mangas remangadas y ya casi colgantes en sus brazos. Dejó el recuerdo de su gran sabiduría, y la seguridad de que ésta nunca disminuyó de tamaño, por más que pasaron los años.

El Nacional

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