De seguro que al verlo caminar por las calles desde tempranas horas de la mañana, nadie imaginaba las largas horas de trabajo que agotaba día tras día Elias, un hombre simple, pero de duras y largas jornadas. Iniciaba desde las 7 de la mañana, por eso a las 6 ya estaba despierto y su regreso a la casa dependia de lo que hacia durante el dia, porque hasta que no tenia en su bolsillo, el total de lo que necesitaba para sus gastos, no pasaba por su mente la idea de regresar. Caminaba y generaba ideas a cada paso, porque debía ser bien creativo para ejercer su oficio. La llegada a su trabajo era normal y relajada, solo se escondia detrás de unas paredes y allí se colocaba un cuello ortopédico y recogía con un yeso, una de sus piernas. Cuando salía de allí, ya era otro, convertido en el personaje que se ganaba la vida, mientras se 2chupaba la del otro que no tenía ninguna culpa de sus mañas. Ya vestido de mentiras, saluda a su amigo Amet que se encuentra en una soleada esquina y cruzando algunas palabras quedan de acuerdo en cómo organizarán su arduo trabajo del día.
Luego se separan, cual si no se conocieran y como dicen los jefes exigentes cada uno a lo suyo. Elias se para en cualquiera de las calles cercanas y se ocupa de mirar bien cada detalle de los choferes que transitan por la misma. Cuando suele ver alguien sin cinturón, un poco rápido, o simplemente no ve nada, suele detenerlo con la excusa de pedir para su recuperación luego de un accidente. Extiende las manos y de vez en cuando recibe, pero a la vez hace una señal a su amigo Amet y este seguido se acerca, inventa el mejor cuento, ataca con palabras al conductor, insistiendo hasta que el mismo le ofrece algo para que lo deje ir. El dinero es repartido, entre él y Elias, quien saca doble partido del trabajito porque ya obtuvo o suyo, cuando se hizo el accidentado y pidió ayuda al mismo conductor. Diez, 15, 20 y más conductores se detienen ante el espectáculo de aquel hombre con cuello ortopédico y piernas rotas que requiere de ayuda, observa y por arte de magia atrae el Amet que le hace juego, para al final reírse del inocente que han atracado con sus mentiras. Elias, muuuuy cansado, prefiere antes de llegar a su casa, detenerse en un buen colmadón y beberse más de la mitad de su sueldo del día. Lo merece, sin duda le ha costado un gran trabajo. Asi es la vida.