Ana sentía que cada una de las paredes de su casa, en franco deterioro, eran parte de su vida. Era como si estuviera segura de que, cuando cada tabla se cayera por falta de resistencia, también se caerían sus huesos junto a ellas.
Pensando en Juana recuerdo la vida de la señora Juana, quien cerca de los 90 años, vivia sola en su pequeña casa de madera, donde vendía carbón a todo el barrio y así subsistía, contando además con la poca ayuda que le daban algunos de sus hijos.
La casa de la señora Juana, igual que la de Ana, estaba llena de objetos mal cuidados, pero muy queridos.
Las paredes llenas de fotos de hijos y nietos, en fechas de cumpleaños o encuentros. Algunas no estaban ni enmarcadas, solo pegadas a un clavo sucio por los años, que la sostenía y servía perfectamente para exhibirla a la hora de las visitas. María, también tenia casi 100 años y allí estaba, amando su espacio, así como Ana y Juana, llenas de un sentimiento que la gente no entiende, hasta que llega a esa misma edad y asume, igual que ellas, que hay un espacio que ya es parte de ellas.
María tiene más de 20 nietos que la visitan, todos han querido en algún momento llevársela por unos días, por unos meses, otros le han ofrecido quedarse con ella en sus casas y cuidarla. Pero ella se resiste. Ellas no parecen tener soledades ni miedos, duermen a veces y olvidan cerrar una de las puertas o alguna de las ventanas. Se levantan en las mañanas poco antes de que salga la luz, y de sus deterioradas casas, sale el mejor olor de café que nadie se pueda imaginar. Comen lo que tengan sin preocupaciones y caminan a pasos muy lentos por sus casas, abarcando con sus pies los pequeños espacios que serían capaces de andar hasta con los ojos cerrados. Los más jóvenes que ellas, no entendemos porque se resisten a cambiar de vida, pero lo cierto es que no pocos han dicho que si la sacan de ahí se muere.
Mucha gente que vive su etapa de vejez, ama sus espacios, quieren casa pared, cada cama, el piso, las cocinas y los trastes que se caen porque ya tienen su misma edad. Muchos no quieren estar en casa de lujo, sintiendo que por momentos estorban o esperando que alguien les cuele un café a la hora en que no lo desean.
Simplemente son felices asi. Qué Dios los cuide.