Antes de salir del país había prometido cuatro artículos sobre metodología educativa. De esos, publiqué tres: Cómo presentarse ante un grupo; Uso y manejo del espacio; Cómo Introducir un tema, y finalmente, Cómo manejar la disidencia grupal, o la agresión.
He tenido que ausentarme del país, pero ya de vuelta cumplo con mi compromiso.
Paulo Freire, gran educador brasilero, en su PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO, explicaba de manera brillante el origen de la agresión. Para él, el o la oprimido/a siempre internaliza al opresor, de ahí que cuando alguien agrede se debe mirar más allá del hecho y plantearse quién está hablando por esa persona. Ello despersonaliza el hecho, e impide el sentimiento de revancha.
Leer PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO me liberó de la desazón que provocan las agresiones cotidianas que se reciben desde todas las vertientes: familiares, laborales, de amistades, políticas. Desde que se sale a la calle hay que revestirse de comprensión, para mirar con tolerancia a quienes hacen de la agresión un ejercicio cotidiano, aun en las formas más sutiles, como es el utilizar la religión como un mecanismo de autoafirmación vía lo que en ingles se denomina como el self-rightenousness.
¿Qué tiene que ver este preámbulo con la educación y el ejercicio docente?
El que si el docente no se cerciora del estado de ánimo del grupo done impartirá su tema, puede arriesgarse a recibir dos tipos de agresión: pasiva (bostezos, desgano, cabeceos por sueño), o agresivas: burlas abiertas, desafíos a su autoridad.
Si el docente no averigua cuál es el número de horas que el grupo ya tiene reunido, su hambre, cansancio o aburrimiento; si no utiliza ninguna técnica de reanimación a partir de su lectura del lenguaje corporal de los educandos, entonces creará las condiciones para ser agredido, de una manera u otra por ellos/as.
De vuelta, todo se resuelve observando el lenguaje corporal y preguntando, para poder deducir qué es lo que corresponde hacer, y como manejar la disidencia, frente a la cual generalmente se responde con la arenga, una segura manera de acabar de perder la atención del grupo. Ni moralismo ni deber sustituyen la técnica de reanimación grupal.
Hay tres maneras de manejar la disidencia:
1.-Si el grupo no está de acuerdo con recibir lo programado consultarles para dejar como una opción cancelar la actividad.
2.-Si son solo uno o varias personas quienes están en desacuerdo, procede hacer una elección y que el grupo decida como manejar el o los disidentes. Si el profesor o facilitador comete el error de enfrentarles perderá legitimidad, porque siempre se impone la solidaridad grupal frente a quien llega de fuera, en este caso el docente.
De ello seguiremos hablando en un próximo artículo.