Editorial

Encrespada

Encrespada

La muerte en La Vega de un cabo de la Policía y las heridas de bala a un sargento retirado cuando trató de evitar un atraco se conjugan con otros sucesos, como el asesinato de una muchacha el miércoles en Higüey, para describir una violencia creciente.

En medio de la vorágine desconocidos mataron a balazos el viernes en la noche a una mujer en Villa Francisca y a un hombre en Cristo Rey, y balearon a un sargento de la Policía y a un civil en Borojol. Frente a la sangrienta ola de violencia que diariamente cobra nuevas víctimas, el nerviosismo y la autodefensa son obvios. Pero nadie está exento, como prueba el caso del cabo Eddy Lisandro de la Rosa, de convertirse en blanco de la criminalidad que se esparce por todos los poros de la geografía.

Quizás para amedrentar a la ciudadanía, despojarlo de su arma, algún ajuste, el placer de matar o cualquiera otra razón, desconocidos que se desplazaban en un carro Honda dispararon varias veces contra el agente, alcanzándole en el tórax, las piernas y otras partes.

La saña y las circunstancias imprimen un sello misterioso a crímenes espantosos, como la muerte de Sanyi Areché Castillo, de 28 años de edad. La mujer fue atacada por dos desconocidos que interceptaron la yipeta  en que se desplazaba y después de alcanzarla de varios disparos se aseguraron de dejarla sin vida.

Cada caso no sólo representa un desafío para la Policía sino que enrostra el escenario de inseguridad en que tiene que moverse. Aunque muchos están conscientes de la realidad, otros sólo registran la ofensiva y no la baja de los agentes en la lucha contra el crimen.

Ante una delincuencia que no da tregua, antes que censurar se debe respaldar todas las acciones contra el crimen. En San Cristóbal, sin ir más lejos, el sargento retirado Carlos Moreno Guillén estuvo cerca de perder la vida al ser alcanzado de varios disparos cuando resistió un asalto a un colmado de su propiedad.

Y conste, sólo se trata de casos ocurridos en las últimas horas, porque sería interminable un recuento de la violencia en que agentes de la Policía han perdido la vida o cargado con la peor parte.

Sobre la muerte del cabo De la Rosa y las heridas al sargento retirado Moreno Guillén no hubo el menor cuestionamiento. Pero el enfrentamiento en que cayó uno de tres hombres sorprendidos en el interior de una casa de cambio en Honduras sí había que ponerlo en tela de juicio.

Antes que entregarse con las manos en alto, Sandy de los Santos, de 26 años;  Nicodemo Alvarez Sosa, de 36,  y un tercer hombre que pudo escapar, enfrentaron a la patrulla de la Policía. Parece que tenía que morir también un agente para eliminar cualquier duda sobre el caso.

Con todo y todo, y dígase lo que se diga, alienta que la Policía no esté de brazos cruzados. Nadie en su sano juicio comparte los excesos, pero tampoco que se deje el espacio libre para que la criminalidad opere a sus anchas.

El Nacional

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