No se puede hablar del Partido Revolucionario Dominicano como institución, porque la experiencia indica, a raíz de la muerte de Peña Gómez, que internamente se actúa en función de grupos y conforme a intereses individuales.
Pero hay muchos dirigentes adornados de juventud, experiencia política y formación académica, que debían de aunar esfuerzos para que esa entidad trille un camino diferente, enmendando yerros cometidos durante más de una década y que, posiblemente, sean los elementos causales de las últimas derrotas electorales.
Lo primero que no se entiende es por qué se descontinuó las relaciones internacionales que el doctor Peña Gómez creó durante muchos años. Es que ahora como nunca ninguna organización política puede estar aislada en el ámbito mundial, pero mucho menos regional.
Es inconcebible, además, que los perredeístas continúen disputándole al PLD a los sectores conservadores del país, que no asimilarán nunca al partido blanco, porque guardan mayor afinidad con un gobierno y un partido perverso, que les concede los privilegios que procuran.
Insistiendo en ganarse a la derecha, el PRD se divorcia de los sectores populares. Hace muchos años que no se identifica con las causas sociales de entidades que luchan por justas reivindicaciones, porque supuestamente se pierde el apoyo de la iglesia y de los empresarios. ¿Y puede perder lo que no ha tenido?
El descontento contra el PLD es grande, por la corrupción, el dispendio, la impunidad y la intención de meter otro paquetazo, pero es algo espontáneo. Esos temas y la necesidad de recobrar la institucionalidad perdida, debían de ser bandera de lucha de muchos perredeístas. Y llevar esa lucha al escenario que requieran las circunstancias.
Y no pueden esperar roles estelares de Hipólito, que le pasó su tiempo (si fue que lo tuvo) y solo sabe despacharse con cosas sin sentido.