En vez de argucias engañosas, ¿por qué no hacemos una encíclica?
Porque Para encadenar a los pueblos se comienza por dormirles.
Quizás sería pedirles demasiado a los políticos, viviendo como vivimos, en medio de un mundo de mutaciones continuas, que todo lo tiende a convertir en medios de tránsito hacia otras combinaciones de esperanzas y frustraciones, sin llegar a concretar propuestas firmes, sólidas, basadas en la búsqueda del ideal perfecto, para el buen desarrollo humano.
El accionar político dentro del desempeño desvergonzado del poder, corrompe a la sociedad, la cual se da el descarado lujo de permitir la impunidad de quienes a diario la ofenden. Mientras tanto, a los políticos corruptos les importa por igual, que las ratas, parásitos y cualquerizados hagan lo que les venga en ganas, porque se consideran con demasiadas fuerzas, como para estar por encima del bien y del mal.
En tanto esto sucede, una parte de la justicia, aquella corrupta, que se hace de la vista gorda ante el axioma de que todo puede ser pagado y debe ser pagado, se cierra a cal y canto para no ver, para no cobrar las ofensas corruptas que le producen a la sociedad, a la cual está llamada a defender.
Es la misma justicia que va aniquilándose a sí misma, tal y como sucede con los buenos principios, éticos y morales, que se consumen en la lava ardiente de la indolencia, prepotencia y corrupción, cosas estas que, en estos tiempos, se han hecho tan conocidas por todos.
Nadie mira ni quiere mirar hacia dónde debe de hacerlo. El cólera, el maldito cólera no es culpable del daño que está causando, esa es su naturaleza. Como por igual es la naturaleza de los que engañan y disfrazan el problema, alegando mil y una maneras para justificar lo injustificable. La única culpable es la miseria, y los culpables de que esta exista en tal magnitud, son los políticos. En esencia, Haití y nosotros, somos lo mismo.
Somos extranjeros en nuestra propia tierra, no conocemos ni pretendemos conocer lo que hay en ella. Rehuimos a considerar la naturaleza de nuestros males. Cerramos los ojos de la inteligencia para no ver el desorden moral y solo tienen cabida las justificaciones vacías y así, poco a poco, nos han ido esclavizando a este modus vivendi, vacío, estúpido, bestial y falso.
Decía el gran emperador y filósofo romano Marco Aurelio que o vives aquí y ya te has acostumbrado, o sales fuera o mueres y tu tarea está cumplida. Aparte de esto no hay nada. Por tanto, ¡buen animo!.
Si, al parecer solo eso nos queda, tener ánimo, y con firmeza decirle a los políticos; ¿por qué, en vez de tantas argucias, mamotretos y engaños, no se elaboran una encíclica sobre los reales y graves problemas que nos ahogan y las posibles soluciones a los mismos. Algo parecido a las que envía el Santo Padre a los cardenales y obispos de la Iglesia, exponiéndole los problemas, subrayando normas y principios éticos y morales, para que con el aporte de todos, se busquen soluciones a los problemas?
Por qué no pueden hacer esto los políticos del patio y en vez de estar copiando de otros lares, diabluras y payasadas, se convierten en ejemplos de eficientes y productivos demócratas a seguir, ¿por qué no? ¡Sí señor!.

