Políticos y más si son funcionarios, en sus expresiones desnudan lo perverso
Dicen que todo obra para bien, según los creyentes y, en muchas cosas tienen razón, aun si usted lo sea o no, porque lo milagroso produce miedo. Porque el misterio nos rodea y la mayoría de esas acciones “divinas”, siempre están llenos de providencia y ligados por los lazos del hado a todo aquello que es humano, incluyendo las alegrías y las frustraciones.
Quizás por eso es que el hombre siempre ha creado dioses en busca de esa fuerza que le permita soportar el día a día, ese encuentro con el mal agradecido, con el enfermo mental, el metiche, el calié e inclusive, con el corrupto político, altanero y prepotente, donde en su accionar, siempre subyace el egoísmo y el desinteresado sacrificio que conlleva hacer lo correcto.
Duele sentirse como una simple gota de agua tratando de perforar la dura roca, pero, llega un momento que “hasta la belleza cansa”. Las palabras han ido perdiendo su esencia, a menos que no sea para “farandulería”. Nadie hace caso a las bien intencionadas palabras hasta que no llega el fuego que todo lo convierte en ceniza o el cantaletear de las armas de fuego que acallan falsas bravuras.
La buena oratoria y las buenas advertencias se las lleva el viento y ni siquiera permanecen en el púlpito y mucho menos en la mente de quienes deben escuchar y actuar. Es el caso de la Conferencia del Episcopado en su mensaje por el Día de la Independencia, que ni siquiera fue escuchado a quienes fue dirigido, quizás por estos estar pensando en su próxima coima.
El mensaje fue simple y más bien el resumen del pensar de la gran mayoría de la población y, digo la gran mayoría, porque desde hace décadas, después del invento de estar copiando otras culturas y situaciones, es la mayoría de las minorías con sus negociaciones, quien nos tiene acorralados en una hediondez fecal que solo “ellos” pueden respirar y sobrevivir.
La referida proclama decía: “Hoy como nunca necesitamos políticos de vocación (…), que devuelvan la esencia a la política como ciencia del bien común; que piensen más en el bienestar de la nación y no tanto en el poder o en los bienes que este puede dar”.
Si no fuese este un tema tan serio y acuciante para el país, en este momento, le diríamos a los sacerdotes…”sueña Pilarín”, pero, no podemos ligar este tema tan serioy primordial con un relajo. Aun así, el problema de nuestros políticos se agudiza más cuando son ejecutados o expresados por funcionarios, como eso de “calificar de ineficaz las investigaciones que realiza la policía en las escenas de crímenes o que le da risa cuando ve a oficiales de la policía científica rociar un “polvito” para levantar las huellas”. Con aliados así, los enemigos están demás.
No quisiera decirlo, pero no hay de otra. Es fuerte que lo escrito por Shopenhauer al referirse a determinados comportamientos y la similitud sobre esto que tratamos últimamente, cuando expuso que es obvio que un hombre semejante expresa una voluntad semejante que refleja una forma de vivir demasiado impetuosa, que sobrepasa la simple afirmación de su propio cuerpo y que su conocimiento se encuentra enteramente polarizado por el principio de razón y totalmente sumido en el principio individual, de suerte que, al aferrarse a la distinción establecida por éste entre su propia persona y todos los otros, busca únicamente su propio bienestar y le resulta indiferente el de todos los demás.
Y no hay más que decir, al menos por ahora, “porque simplemente, estos atributos, constituyen los elementos básicos del carácter perverso”. ¡Sí señor!
Twitter:@rafaelpiloto01