Opinión

Guido

Guido

Rancias y triviales diferencias felizmente olvidadas, debo admitir que la escogencia de Guido Gómez Mazara como Secretario General despejaría de incertidumbres el camino del PRD hacia el poder. Ni siquiera cuando razones baladíes me distanciaron de él, se me ocurrió poner en duda el talento de mi compañero universitario, cuyo valor personal y dominio de las necesidades e insatisfacciones que campean  entre nosotros, garantizan una oposición recia, tenaz, firme.

Para nadie es secreto que, a poco menos de un año de haber tomado posesión, esta administración peledeísta rechina como bisagra oxidada. Y entre los enojos que se diseminan como pólvora por la desatinada inversión pública y la inocultable corrupción que mina no pocas instituciones, el PRD empieza a apuntalarse en la preferencia del electorado.

Ahora bien, para asegurar el terreno ganado es preciso soltarse de brazos, flexionar el músculo y denunciar los desaciertos de esta gestión y a los depredadores de alto coturno que nos gastamos. Guido es de los que jamás se ha enmudecido por miedo ni complicidad; dueño de una prosa suelta y persuasiva, le ha sobrado coraje para levantar el dedo índice con naturalidad y desenfado.

En la lucha por la existencia, presente y eterna, todos hemos caído alguna vez, y Guido no ha sido excepción. Pero lejos de rendirse, ha sabido levantarse, superando obstáculos y luchando contra fuerzas adversas. Y ahí está él, de píe, decidido a forjar lo nuevo, a aportar su cuota en el esfuerzo común por un orden social más justo, más equilibrado. No desconozco las intrigas que acechan sus aspiraciones, en cuyo sinuoso trasfondo se esconden recelos irracionales. Sin embargo, él no es de los que da menos, sino más, y por eso apostaría cualquier cosa a que el próximo 27 de septiembre será proclamado Secretario General del PRD. 

El Nacional

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