Opinión

Hablar de política

Hablar de política

Hablar de política en cualquier círculo social ha devenido en tabú para las sociedades modernas. El tema se considera tan polarizante, por lo que pareciere ser la tendencia inherente a las personas de hacer sus pensamientos políticos parte intrínseca de sus personalidades, que es preferible no abordarlo en lo absoluto. Quizás es tiempo de replantearnos eso.
Es difícil tener conversaciones sobre aspectos tribales de la sociedad como la política, la religión o los deportes. A la gravedad de que guardar el silencio sobre los mismos informalmente se enseña como norma social, y “respetar la opinión de los demás” se valora como una virtud.

El problema de esto, especialmente en la política, es que muchas opiniones se basan en premisas demostrablemente falsas que al nunca ser abiertamente atacadas, por nunca ser abiertamente debatidas, se mantienen y se transmiten a lo largo del tiempo hasta ser asumidas como válidas porque “todo el mundo lo sabe”.

Esto es particularmente grave en una era donde la información a la que se accede queda a la decisión de cada individuo que, por su propia naturaleza, tenderá a gravitar alrededor de información que refuerce sus preconcepciones y no a cuestionarlas, sin importar que tan falsas estas puedan ser.

¿Pero cómo se puede hablar de política sin levantar los conflictos comúnmente asociados al tema? Debemos aprender a separar a las personas de sus opiniones. Todo ser humano merece respeto y consideración como persona, ese es un principio básico de la convivencia, no obstante esto, las opiniones o creencias que mantenga una persona no merecen absolutamente ningún tipo de respeto y deben ser sometidas a un severo escrutinio sobre si estas son respaldadas por evidencias y hechos que les sostengan.

No es personal, es un esfuerzo en conjunto por encontrar la verdad y enfrentar los problemas reales con soluciones reales.

Puede que en ese ejercicio usted descubra cosas de sus amigos, familiares o hasta de usted mismo que les podrían parecer absurdas o hasta horrendas, y eso estará bien, eso va a significar que las líneas de comunicación ya están abiertas.

Lo que no parece posible es que podamos seguir dándonos el lujo de permanecer callados. En un mundo donde los filtros de lo que es cierto o falso se han derribado, quedará de nosotros los individuos hacer esa distinción con la forma más primitiva de comunicación que tenemos, una conversación.

El Nacional

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