Opinión

Honor al mérito

Honor al mérito

          ¿Quién fue Nicolás de Ovando? Entre nuestros historiadores hay quienes se limitan a decir que fue un gobernador de la Isla Hispaniola, durante el período 1502-1509, y que, al igual que el doctor Joaquín Balaguer, se caracterizó por la construcción de grandes obras físicas.

          Es cierto que construyó muchas obras, pero jamás debía de omitirse la otra obra: “la crueldad, actitud criminal y exterminio de nuestros aborígenes durante su gestión”. No se explica, pues, que el nombre de un asesino lleve el nombre de una de las principales avenidas de la parte alta de la ciudad de Santo Domingo.

          Nuestras calles, avenidas y carreteras debían de llevar nombres de personas que hayan hecho grandes aportes a la sociedad dominicana en lo político, sindical, social, económico, científico, artístico y deportivo, dando siempre prioridad a las figuras nacionales; no se justifica que las principales vías de la capital tengan nombres de extranjeros.

          Es una tarea a realizar por los regidores de las salas capitulares de los ayuntamientos del país, en una revisión general de los nombres de las vías públicas, para hacer honor al mérito con las respectivas figuras de sus localidades.

Y ese honor debía de hacérsele a las personas, sobre todo en vida, para que sean testigos del reconocimiento  y puedan llenarse de satisfacción por la tarea cumplida, dejando un legado  a sus descendientes y a la juventud en sentido general.

          Tenemos la costumbre de hacer homenajes póstumos y no está mal, porque como quiera es una forma de reconocer a personas que hicieron en vida aportes importantes al país. Al morir, por ejemplo,  Don Mario Álvarez Dugan (Cuchito) observé en los diarios y medios electrónicos, durante varias semanas, una lluvia de comentarios, resaltando las prendas morales y cualidades positivas de ese hombre público.

         Nuestro país cuenta con destacados médicos, abogados, periodistas, artistas y deportistas, que han sobresalido por la práctica del bien y no debemos esperar que se nos vayan para reconocer sus aportes a la sociedad dominicana.

No menciono nombres, porque sería una desagradable imprudencia.

          Pero valoro de muy positivos los reconocimientos que vienen haciendo la Universidad Autónoma de Santo Domingo y el rector Franklin García Fermín a una serie de figuras nacionales, entre las que recuerdo al comunicador Freddy Beras Goico y al pelotero Julio César Franco. Se trata de un digno gesto.

          Lo que no resulta digno es que una de nuestras avenidas tenga el nombre de Nicolás de Ovando, un criminal, y que otras tantas hagan homenaje a extranjeros, cuyos aportes al país, en la mayoría de los casos, resulta difícil establecer.

          Una vieja máxima reza que: “no son todos los que están ni están todos los que son”.

Hay que ser juicioso para  inmortalizar a una persona, porque el “honor se le rinde al mérito”, independientemente de creencias políticas o religiosas, clase social o raza.

Evitemos caer en injusticias. “Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen”, dijo Willy Brandt en un conceptuoso discurso.

          Realizar homenajes a quienes no lo merecen, por simples convenciones humanas, es destruir la moral.

El Nacional

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