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Iglesias y homofobia

Iglesias y homofobia

Ernesto Guerrero

La homofobia ha hecho lo que el ecumenismo no ha podido lograr en siglos. Las iglesias evangélicas y católica dejaron de lado sus pretensiones de ser la religión verdadera y marcharon juntas a la asamblea de la OEA para oponerse a la ratificación del reconocimiento de los derechos para el colectivo LGBT aprobados en su 44 Asamblea del 2014.
El primer artículo de esta resolución resuelve: Condenar todas las formas de discriminación contra personas por motivos de orientación sexual e identidad o expresión de género, e instar a los Estados dentro de los parámetros de las instituciones jurídicas de sus sistemas a que eliminen, allí donde existan, las barreras que enfrentan las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersex (LGTBI) en el acceso equitativo a la participación política y otros ámbitos de la vida pública, así como evitar interferencias en su vida privada.
Bajo el pueril argumento de que la OEA nos quiere imponer una agenda gay internacional, el obispo Masalles y el reverendo Lorenzo lideraron una marcha para «impedir» que se incluyera en la resolución final el tema de género y transversalidad, ya que con esto, se abren las puertas para una supuesta concepción ideológica, que busca promover el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Durante las recién pasadas elecciones ultraconservadores y líderes religiosos -con biblia en mano-, se candidatearon en tres de los partidos, con una campaña llena de mensajes homofóbicos, e intimidando a políticos y electores con el castigo divino para todo aquel que expresara su simpatía con los derechos civiles de estas minorías. Felizmente esa estrategia resultó un revés pues el pueblo negó su voto a estos fundamentalistas.
Todavía me cuesta entender cómo es que el matrimonio entre dos personas del mismo sexo amenaza mi relación familiar. Lo que sí me es obvio, es que todos los ciudadanos somos iguales en dignidad y en derecho y los preceptos religiosos aun provengan de una «supuesta mayoría» no pueden ser impuestos a todos. Visto lo sucedido en Orlando lo que conviene es criminalizar la homofobia y repudiar las líneas de las iglesias en: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

El Nacional

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