Esa intención de estar coartando graciosamente la libertad de expresión, repiquetea sin suerte sobre la valla de los 411, como un monstruoso y degenerado despropósito.
Anótenlo, que al Grandes Ligas Leonardo Matos, hace rato que le veo lanzando desde la lomita, cartuchos de poca calidad, sin eco ni dinamita. Y no hay pastillas azules ni bebidas energizantes que valgan la contienda.
El pitcher Matos la regó de nuevo por la Segunda, porque El rubio Blondi, privando en sabroso, como dice mi madre, trató de tocar suavecito por la Tercera y llegar como quien no quiere la cosa al Diamante, con el ánimo de provocar la alegría y el furor del entusiasmo, en la enfebrecida fanaticada. ¡Ay ombe!
Pero el Matos, hoy de signo Leo, más corto que perezoso, no dudó en retratarlo en el intento, produciéndole un ponche de infarto, como en los mejores tiempo del sin par Guayubin Olivo. ¿Cristo viene?
El Blondi no se fijó en el cuadre, y confió en que lo próximo sería un oportuno tubey entre Primera y Segunda, que lo llevaría directo al Home, con poco sudor y esfuerzo, pero no contaba con la astucia ni el abuso de un berrido, escapado de la boca y el poder inmisericorde de Leonardo. Y ahí cesó el inning, amigos de las gradas, sin importar las predicciones de aguaceros débiles y nubes dispersas anunciadas bajo un sol inclemente por Meteorología.
De modo que el berrido fue tal, que le impidió al Blondi un nuevo turno al bat, con el cual podría sacar la cara por el equipo, esclarecer cualquier malentendido, y de paso; mantener en gran averaje su dignidad, que es como decir en buen cibaeño: salvar el pellejo (trabajo y salario) a tiempo, ante la brutal y despiadada embestida de las furias.
Se ha visto de sobra que a pesar de su edad y referida alcurnia, el gallo Matos (ahora con hermosa y provechosa melena de león), se precia como buen Cuarto bate. Y que en su trayectoria olímpica, destaca su rol de corcho, que lo ha mantenido en la línea (de los intereses) y en la nómina pública. Por eso nada extraña que no coja corte con los picheos altos, y que asuma como afrenta personal, toda recta que planee amenazante (pegadita) por la zona blanda de la cintura.
La verdad es que el locuaz y joven torpedero tenía poca oportunidad de mostrar su talento ante los escuchas. El pobre, gallardo y animoso hizo un swing de antologia, pero el primer berrido lo lanzó al ostracismo del desempleo y el anonimato, abanicando vergonzosamente la Liga, y la Asociación de Cronistas Deportivos.
Aunque a suerte y verdad, es al chief ampalla al que debe restarle sueño, la deplorable y recurrente aparición de estas mañas, a simple vista nada decorosas.