Ahora parecen morar frente a las puertas del Poder, en los umbrales de las embajadas de la República, en los directorios ejecutivos de las ONGs, sirviendo de asesores en fundaciones y organismos internacionales, de consultores privados en algún buró de empresarios, comuna de sindicalistas prósperos, juntas de vecinos litigantes, o de coordinadores en plantillas ejecutivas de editoras foráneas.
Quizás estén escondidos en la fronda que se suponen círculos de analistas mal pagados, o de docentes en los pasillos fratricidas de las caras escuelotas bilingües.
Pregunte por ellos en las mesas de corrección de los periódicos matutinos, o en el letargo meridiano de un programa de comentarios, idóneos para su permanencia en un canal televisivo de provincia, o resguardado con una pequeña fiebre, tras alguna curul trastabillante.
Para hallarlos con el sobaco ilustrado -libro sin leer en las axilas-, habrá que recorrer con denuedo la pasión descafeinada de los cafés, los restaurantes de pacotilla, los bares de insalubre amor, o las fondas donde sólo la verbalización rimbombante suele ser insurgente.
Y si lo huele usted encima de los decretos, o bajo alguna nómina, no vaya a infartarse. Respire hondo. Grite quedo. Abrácese. Despeje el feo horizonte de su frente atribulada, y póngase la mano derecha en el lado izquierdo del pecho. Se sentirá feliz porque el que a veces late, le habrá dado constancia de que aún murmura y se conmueve.
Los dominicanos necesitamos un cuentista social sin compromisos, que sepa y quiera explicarnos las razones de esta debacle social y de esta conspiscua decepción generacional.
Que nos diga qué pasó en el Universo para que los infames del pasado devengan héroes y patriotas.
Que nos cuente cómo fue que se convirtieron en paradigmas, las bajas componendas y los múltiples despropósitos.
Que nos señale cuáles fueron los motivos por los cuales, ni ellos mismos se toman la molestia de proponer posibles tablas de salvamento, que nos harían ver por qué nuestros líderes, no pueden exhibir los dones que fraguaron la fama y el carácter histórico de sus mentores.
¿Qué árbol cobija su actual derruimiento intelectual? ¿Detrás de qué prebenda o pago de pensión moran, duermen o se extasían? ¿En qué río se reflejan distraídos, tertuliando con poetas demiurgos o culturosos sicofantes?
¿Adónde quedó atada su rebeldía, su espíritu contestatario, su imaginación en libertad, su pasado criterio independiente, su reseñada entrega desinteresada, su análisis objetivo, sus propuestas razonadas, su sesuda opinión nada connivente, su vieja fidelidad al espíritu sagrado de la verdad, sin cuentas tomadas a las oportunas previsiones, ni a los consabidos intereses?
¿Dónde está su necesaria indignación ante tanto desparpajo? ¿Qué fue de su archi referida inteligencia nutricia? ¿Adónde paró su carácter mentor? ¿Qué ha sido de su gen, otrora esclarecedor y vindicante?
¿Estarán los sociólogos sólo en mi cabeza, como se decía de aquellos ansiados turistas, en la blanca y venerable de Miolán?