Marta Garde París.EFE.- “Ser crueles está en nuestro ADN”, afirma el actor francés Jean Dujardin, quien en su último filme, “Un hombre de altura”, se mete en la piel de un arquitecto de 1,36 metros que se sobrepone a la mirada de los demás para conquistar a su amor.
La gente, señala en un entrevista con Efe en París, te puede decir “cosas horribles. Tenemos un ojo crítico que siempre juzga. Es difícil aceptarlo todo». Pero lo suyo “no fue más que un truco”, que le encogió en pantalla para replicar a Virginie Efira a las órdenes de Laurent Tirard, en un proyecto que no pretende dar lecciones “porque la gente es lo suficientemente inteligente como para que no las necesite».
Dujardin se aleja con su contención de los códigos que le dieron a conocer en todo el mundo en “The Artist”, pero recalca que como intérprete no se siente condicionado por su físico- “Actúo con mi voz, con mi boca, con mi persona. No me digo, soy un cuerpo». En esta versión de la película argentina “Corazón de león”, de la que solo vio el principio para comprobar “si estaba en la misma onda” que su protagonista, la comedia procede de los personajes secundarios, de esa madre o secretaria cuyas críticas o comentarios torpes evidencian la diferencia.
Aunque sus 1,80 metros de altura le hacen inmune a las miradas que sí recibe su último rol, que se vale de su carisma para derribar las dudas de su nueva pareja, dice ser consciente de que la fama le coloca igualmente en el foco de atención. Es normal que se le mire, afirma. “Hay que asumirlo para que no te moleste. Es como con los autógrafos. Quien te lo pide cree que es el primero aunque sea el número 20. Al final te entregas.
Cuesta menos decir sí que no. Tengo una vida muy buena y no debo olvidarlo». Esa vida dio un vuelco a escala internacional en 2011, cuando “The Artist” le valió un Oscar y un premio a la mejor interpretación en Cannes. “Creo que todavía se tiene de mí esa imagen de un tipo con bigote, en blanco y negro, que sonríe, pero yo vivo mi vida de actor cuando debo, y de hombre cuando no actúo. Si quieres comportarte como una estrella puedes, ponerte gafas negras, lunas tintadas, cuatro guardaespaldas, pero si no lo haces tampoco pasa nada”, dice.
Dujardin (Rueil-Malmaison, 1972) señala que, para dar lo mejor de sí mismo en este oficio, se tiene que divertir y recalca que le sigue motivando en la actualidad la posibilidad de meterse en la piel de otros. “Que te paguen por eso es una suerte inédita”, añade un intérprete al que no le gusta que los directores le sobrecarguen de información y que prefiere que todo se hable “lo suficientemente» antes, para que durante la filmación esté libre de interferencias. Dujardin acaba de terminar el rodaje de “Brice de Nice 3”, donde regresa a uno de sus personajes fetiche, “un surfero idiota que jamás me ha abandonado”, y a partir del próximo marzo volverá a trabajar con Tirard.
“Luego escribiré proyectos, me tomaré mi tiempo, descansaré, porque he tenido un buen año”, concluye un hombre que no se ve especialmente atraído por el Hollywood actual, porque “para tener carrera allí hay que estar allí, y yo no quiero y no creo que pueda ser otra cosa que un actor francés que actúa en inglés».