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La cultura Y el oportunismo partidista

La cultura  Y el oportunismo partidista

No hay para donde correr, “escaparse”, cuando es uno mismo que se persigue. Nadie se va a las buenas cuando se ha permanecido a las malas. Los “ganadores” ahora son los nuevos reyes del mambo, para ser coherente con el eterno retorno sin resolver nada.

Como individualidad y sociedad nos hemos ido convirtiendo en una caldera. Hubo un tiempo que ante determinados hechos apelábamos a la formación hogareña, que tiene que ver con una serie de hábitos personales, pero y los que genera el clientelismo, ¿qué son?
Somos hábitos y costumbres. Las cosas, las pensamos eternas para lo que nos conviene; las pensamos “eternas” por la inseguridad de las relaciones, de fragilidad, tanto en lo personal como en lo laboral.

El clientelismo ha jodido a la sociedad dominicana. El mayor empleador del país es el Estado y es un cáncer. Nos empleamos en el gobierno de turno para no trabajar, pues muchas veces no hay trabajo, tan solo proyectos y eso nos da mucho tiempo libre en lo que se conoce como trabajo.

Tenemos carreras administrativas en un lugar que no se trabaja, y eso ha traído como consecuencia que nos hayamos vuelto más inseguros en nuestras relaciones laboral y familiar, añadiéndosele el clientelismo político.

Nuestras instituciones públicas, el horario de trabajo, si se trabaja, es manejado a la larga como se haya tomado el piso, es decir las mañas de la institución, y si usted es el jefe (palabras tan de triste recordación), imagínese.

Donde se recibe un buen salario se adquieren hábitos que dan al traste con la vida anterior y más en una comunidad enferma. Nadie se quiere ir de donde hace lo que le venga en gana, porque de una forma u otra es lo que hacen todos.

Entonces es explicable la garata con puño de los empleos públicos. Todos queremos ir adonde no se hace nada, sino hablar.

Un detalle, al cambiar un gobierno a las malas, el único que envejece realmente es el Presidente de la República, los otros funcionarios terminan más jóvenes. El único que trabaja, que tiene la presión social es él.

Entonces hay que matarse con cualquiera o hacer lo que sea para mantenerse en ese puesto. Nos da la vida que soñamos: no trabajar. Al adquirir hábitos por encima de la realidad en que hemos vivido tras echarnos a patadas de esos empleos, sean electivos o no; sean de carreras o no, ¿qué hacer?.

La mejor manera de frustrar el futuro de un joven es la empleomanía pública. A eso se le agrega la falsa vida económica que les aportamos a nuestra familia. En esencia, nos volvimos otros con el mismo nombre para lo económico, que es el que trastorna por un “trabajo” que no es trabajo. Todo lo que nos rodea nos ha convertido en otro.

Todos nos hemos convertido en unos consumidores atroces de las cosas que mañana nos cobran con intereses y no basado en el trabajo honesto, en cierta manera, ¿de qué honestidad puede hablar a quien se les paga sin trabajar?.

De ahí nuestra resistencia a darle paso a otro que aspira a ser lo mismo que uno, a ser lo que les da la gana en ese “trabajo”.

Una vez en “reposo” empiezan a fluir las enfermedades de los malos hábitos que se adquirieron.

Se acabó, de golpe, el meter en el carrito del súper, cosas sin ver el precio, porque la tarjeta que pagaba era… Envuelto en una vida que realmente no nos pertenece de gastos, movimientos descendentes y ascendentes, pendulares dizque de “ascenso económico” por nuestras vivezas, edificamos casas en la arena para nuestras familias que, si no pagamos el precio de nuestras diabluras, los malos hábitos con la salud personal, lo paga la familia, porque se acostumbraron a una vida de gastos y figureos que no les tocaba por lo que ganaban y si les tocaban por los que ganaban, no pensaron que existía tiempo de lluvias y hay que guardar pan para mayo, aunque ya no llueve como antes en ese mes.
El autor es escritor.

Por: Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com

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