Pekín, (EFE).- Los chinos inventaron la brújula alrededor del siglo IX, y no desperdician ninguna ocasión para recordarlo con orgullo, pero sólo una familia en el país, los Wu, mantiene todavía la tradición de hacerlas a mano.
Wu Shuisen, un menudo cincuentón con manos de relojero y paciencia de artesano, es la séptima generación de fabricantes de brújulas de su familia, las más fiables del mundo gracias a un secreto: su aguja imantada está confeccionada con un meteorito, y su magnetismo dura más de un siglo. «Las brújulas de la familia funcionan durante más tiempo que cualquier otra», asegura a Efe Wu Zhaoguan, de 26 años e hijo de Shuisen, quien ya ha aprendido el arte de confeccionar brújulas de su padre y no duda en que su hijo aprenderá el mismo oficio.
Los Wu tienen una pequeña tienda y taller en Wanan, al pie de la mítica Montaña Amarilla, en la provincia oriental de Anhui, donde se perpetúa el noble arte de la confección de brújulas y relojes de sol, otra especialidad de la familia.
La mayoría de los artefactos que fabrican son pedidos de tiendas, o incluso de políticos, ya que las brújulas de los Wu, con su bella rosa de los vientos decorada con caracteres chinos, son un habitual regalo para las visitas de Estado extranjeras en China.
Wu Shuisen viajó recientemente a Pekín para mostrar en una exposición de «arte intangible chino» el sencillo pero minucioso proceso de fabricación de una brújula, y enseguida se vio rodeado de curiosos.