Nunca me había atrevido a tocar este tema por temor a coincidir con un grupo de «nacionalistas» que rechazan la presencia haitiana en el país, pero envían sus parientes a parir a Estados Unidos para que los niños obtengan la doble nacionalidad y se inclinan reverente ante los europeos blancos que nos visitan.
Sin embargo, para poder comprender, analizar y reflexionar sobre cualquier problema, sobre todo de carácter humano, se deben de tener claros los orígenes del mismo, de este modo se debe de conocer claramente los motivos de la migración, y de cómo está a llegado a las magnitudes actuales.
La migración, que no es más que la movilidad de personas fuera de sus países de orígenes, siempre se ha dado dentro del proceso histórico humano, lo que destaca la migración de la actualidad son las magnitudes que han alcanzado y esto no solo se explica por un crecimiento demográfico, también tiene otras razones que han provocado su explosión.
Uno de los primeros motivos por el cual la gente deja su país de origen es evidentemente la pobreza, no solo económica, si no mejor enfatizada en la falta de oportunidades para el desarrollo de sus capacidades.
La situación del millón de haitianos que viven en República Dominicana , la mayoría en condiciones de indocumentados, al tiempo que es un drama humano que despierta la sensibilidad de los dominicanos, también generan un problema social inmediato y en el futuro político.
Los haitianos son una realidad que no sabemos en qué benefician a las autoridades de turno, porque sólo con la complicidad de sectores oficiales, civiles y militares, se pueden llenar las calles del país de extranjeros indocumentados, desplazando a los dominicanos de los espacios de la economía informal.
No hay dudas que el Gobierno ha sido flojo frente a la avalancha de haitianos que nos arropa, frente a los que obstruyen el paso de los vehículos en las esquinas para ofertar chucherías, los que transitan por las calles con triciclos cargados de frutas y vegetales, generalmente en vía contraria y ni decir de aquellos que llegan al extremo de realizar sus necesidades fisiológicas en las calles.
De modo, que no importa la vuelta que se quiera dar al tema, la realizad es que la responsabilidad central es del Gobierno que actúa con timidez por temor a las reprimendas de los organismos internacionales.