El Gobierno colocó en el mercado internacional de bonos soberanos US$1,300 millones a un plazo de diez años y una tasa de 6%, lo que ha sido definido por el ministro de Hacienda como una muestra de confianza de los inversionistas en los fundamentos macroeconómicos de República Dominicana.
En lo que va de año, Hacienda ha colocado bonos en mercados financieros por tres mil 300 millones de dólares, además de otra nota de deuda por 822 millones. Todas esas emisiones están destinadas a sustentar la ejecución del Presupuesto General del Estado.
El ministro Donald Guerrero ha dicho que la colocación de esos papeles financieros refleja la confianza de los bonistas y del mercado en el desempeño reciente de la economía dominicana y de las finanzas públicas, aunque una lectura complementaria conduce a preocupación por el elevado déficit en la ejecución del Presupuesto de 2018.
Es comprensible el regocijo oficial por la colocación sin contratiempo de esos bonos en un mercado caracterizado por la volatilidad, sobre todo porque la demanda triplicó la oferta presentada, pero aun así, no sería ocioso voltear mirada hacia el tema del déficit fiscal.
Bonos soberanos y déficit fiscal son expresiones de endeudamiento que se reflejan en la ejecución presupuestal, por lo que el éxito en la colocación de esos papeles no debería convocar a una fiesta nacional, aunque se resalta que la receptividad de los mercados financieros se relaciona con el buen desempeño de la economía.
El Ministerio de Hacienda y el Banco Central merecen brindar por tan exitosa diligencia que permite al Gobierno ejecutar partidas presupuestarias sin tropiezos, pero no deberían olvidar que la verdadera fiesta será convocada cuando logren conjurar el déficit fiscal.
La pronunciada relación negativa entre los ingresos fiscales y los compromisos del gasto público, atenta contra la estabilidad monetaria, el crecimiento económico y la gobernanza, riesgos que apenas se alivian con las recurrentes colocaciones de bonos en mercados financieros nacionales e internacionales.
El regocijo por los US$1,300 millones que Hacienda pudo colocar en un santiamén, no debería exagerarse, porque es un tipo de endeudamiento que se realiza para alimentar a la fiera del déficit fiscal, cuyo apetito es creciente y voraz, capaz de engullirse a toda la economía.