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La vejez y Mario Vargas Llosa

La vejez y Mario Vargas Llosa

Tiene sus ventajas sobrevivirle a toda una generación de compañeros en armas, en este caso las armas son la escritura. Es el caso de Mario Vargas Llosa que la vida lo ha favorecido, permitiéndole verlo todo para sentirlo todo, que viene siendo con llegar a viejo, por feo que se oiga.

Con la llegada a viejo se tiene el tiempo de saldarles deudas, para bien o para mal, a todo al que se le ha sobrevivido, en este caso en torno al oficio de escribir, que por años se compartió, en el caso de Vargas Llosa, en desvelos y calidades de las obras escritas, para el goce de sus contemporáneos, con otros escritores, con tantos méritos o más en calidad literaria.

El hecho que Mario Vargas Llosa le haya sobrevivido al 99%, a sus compañeros, posee el mérito de merecerse otro Nobel de literatura si se pudiera.

En su “vicio de escribir” ha escrito innumerables artículos, conferencias, ensayos en el mismo orden en que se han muerto los amigos y los no tan amigos, resaltando acontecimientos en común o admiraciones superadas en que se vio envuelto en décadas pasadas, con todo y que están condenados a aparecer en los mismos manuales de literatura.

De las aventuras vividas en Francia, España e Inglaterra, por ejemplo. Ensayos enjundiosos sobre Juan Carlos Onetti, sobre J. P Sartre, Cortázar, Fuentes, García Márquez, la Francia de la Postguerra, el franquismo después de Franco y otros tantos, todos brillantes y con la inteligencia que les es habitual.

Ponderaciones con toda la inteligencia del escritor significativo que representa a la lengua española.

Vargas Llosa es el gran sobreviviente de los grandes escritores del boom latinoamericano.

Vargas Llosa, muy temprano deslindó su camino en las lides de las letras y del lado del poder que hay que estar para tener siempre vigencia, en las décadas agrias de la Latinoamérica de los sesenta, setenta, ochenta y noventa, para garantizar el buen vivir, y por qué no, vigencia en parte por sus dones.

Con decir que le sobrevivió a Fidel Castro, ya eso es un mérito por donde quiera que se le piense y sienta. Hasta candidato a la presidencia fue por su país de origen y que debe darle gracias a Dios que no ganó, para sentirse feliz por siempre.

Sus posturas y opiniones orales y escritas, sobre lo que no estaba de acuerdo políticamente hablando, son dignas de recordar cuando ya no esté entre nosotros.

Por ahora, todos felices de seguir alimentándonos de su energía creativa como el primer gandul, aunque se esté o no de acuerdo en su defensa, a capa y espada, sobre su concepto de democracia con sus padrinos mágicos, Estados Unidos, España, Francia e Inglaterra y demás yerbas aromáticas, con toda su energía, con saña, con la izquierda Latinoamericana y olé; pero diga lo que se diga, no deja de ser el gran sobreviviente de los grandes escritores mayores y menores de la literatura de la buena.

Con la vejez a veces se pierde la chaveta, digo yo. Recientemente publicó una evocación elegiaca y rabiosa del valor de la amistad sobre José Miguel Oviedo, crítico peruano de origen y recién fallecido, radicado en Estados Unidos como profesor universitario de la literatura latinoamericana.

Crítico e historiador agudo de las letras latinoamericanas y de la obra de Vargas Llosa en décadas pasadas, principalmente de sus primerísimas novelas, con mérito propio en nuestra lengua.
Hay que reconocer que había amistad y respeto desde sus juventudes tempranas entre los amigos cuando ni a sueños alcanzaban a imaginarse lo que serían décadas más tardes.

El artículo “Compañerito de carpeta”, hace toda una remembranza emotiva y justa de los valores de Oviedo.

Eso está más que bien, de maravilla, donde lo daña a mi modo de ver, es en la conclusión del artículo donde media un melodrama que no lo alcanzan ninguna de sus novelas cuando dice: “Que termine, por fin, este año maldito que se llevó a tantos amigos y me han dejado solo sin pasado como un sobreviviente”, como si el mundo fuera él y cuando él se vaya, sin maldecir al año, vamos mentarlo lo que nos queda de vida, recordándole que hay que morirse a las buenas o las malas.

Por qué no dice “Gracias a la vida” y la bendice, por tan larga vida y buena que les sigue dando a uno llevándose al otro, agrego yo, escritorzuelo sin mérito alguno desde esta media isla que les dio tema para una novela sobre nuestro demonio y sus descendientes, R. L. Trujillo, un poco tardía, sobre los dictadores, ¡Salve oh maestro, Mario Vargas Llosa!

El autor es escritor.

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