POR: Ángel Hernández
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No será posible vivir para siempre de lo que se aprenda en la universidad. Habrá que cambiar de perfil profesional una o más veces durante la vida útil de los trabajadores. Por ello es importante que la formación de base sea amplia, flexible, adaptable para permitir con mayor facilidad hacer esos cambios y poder asumir las nuevas exigencias de la sociedad.
Los rígidos moldes de formación en los cuales un docente sabelotodo era el centro de atención, da paso a un modelo en el cual la responsabilidad de aprender es del apropio alumno el cual se vale de las diferentes fuentes de distribución de conocimientos a su alcance para lograr las metas de aprendizaje. Es un contexto flexible en donde las fuentes del saber no están en las aulas sino en la sociedad y se ponen a disposición de los alumnos por medios diversos, pero eficientes: la internet y los dispositivos móviles que hoy están al alcance de todos y todas.
Es un contexto de democracia en el acceso a la información especializada lo cual crea mayores oportunidades de aprender para los más desposeídos de la riqueza. La escuela es la sociedad misma. Allí todos podemos aprender y enseñar lo que sea de nuestro interés. La escuela sin paredes ni fronteras es ya una realidad al alcance de todos, basta para ello con tener acceso a un dispositivo móvil. Y esta es la gran revolución educativa del siglo XXI.
La educación de las nuevas generaciones será diferente como diferentes son sus aspiraciones y medios a través de los cuales recibirán los conocimientos. Será una educación centrada en la satisfacción de las necesidades de aprender de las nuevas generaciones. Será una educación flexible, muy flexible donde cada alumno se enfocará en lo importante para él. Y esto supone un gran desafío para los que se dedican a la enseñanza. El docente tradicional, que considera es el universo del conocimiento verá su rol desfallecer ante el impulso de los medios masivos de distribución de conocimientos. Su rol será de facilitador, de mediador entre las necesidades de aprender de los alumnos y la gran disponibilidad de conocimientos en la sociedad.
Las formas de aprender y enseñar están mediadas por las tecnologías. La gran revolución en la escuela dominicana está supeditada al rol que se le asigne a las tecnologías de la información y la comunicación. El Pacto por Una Educación de Calidad que promueve el Gobierno Dominicano es una gran oportunidad asumir este criterio como política educativa de Estado. Aquí es donde reside el verdadero cambio de rumbo en la educación dominicana de cara a las exigencias del siglo XXI.