Por el hecho del país haber estado gobernado por grupos constituidos en mafias políticas, una gran cantidad de dominicanos y dominicanas están conscientes de que se impone un cambio en la dirección del Estado y de que lo nocivo no puede continuar desempeñando el papel preeminente en las decisiones de más importancia en los distintos órganos que integran las instituciones. Pero el hecho de que la basura política esté desacreditada por sus actuaciones bochornosas no quiere decir, en modo alguno, que ya dejó de tener influencia en el seno de las grandes mayorías nacionales.
El desgaste de los partidos del sistema no quiere decir que está libre el espacio electoral para ser ocupado por organizaciones políticas contrarias al actual estado de cosas. A un partido que presenta como aspirante presidencial a una mujer o a un hombre honrado que siempre ha vivido de su trabajo, le resulta muy difícil competir con el candidato de otro que ha pasado por el poder del Estado. La mayoría de los que han administrado fondos públicos se han enriquecido con los dineros del erario y esto les permite incursionar en las elecciones con ventajas.
Aquel que ha sido síndico, Presidente de la República, del Senado, de la Cámara de Diputados, o de la Liga Municipal, por lo regular abandona el cargo con sumas millonarias, en pesos y dólares, lo que hace posible su inversión en la actividad política. La sustracción de dinero del erario, la ausencia de escrúpulos, el clientelismo político, la ignorancia, la miseria que sufren las masas populares, son factores que favorecen la candidatura de cualquier politiquero delincuente enfrentado con un candidato honrado.
En nuestro país nadie puede ignorar que en las campañas electorales no está en discusión la conducta de los candidatos ni los programas de las ofertas a cumplir por los que se postulan.
No está en un plano de igualdad el candidato que busca un cargo electivo luego de haberse enriquecido con el dinero robado al pueblo, y aquel que solamente puede ofrecer al electorado sus servicios al país como luchador democrático, defensor de las causas justas y sus vínculos con las organizaciones cívicas y progresistas.
Pero el hecho de que hoy la participación política esté contaminada por las operaciones delincuenciales no quiere decir que todo va a seguir así para siempre. El comportamiento de las cúpulas de los partidos del sistema, su descrédito, el convencimiento del pueblo de que esos partidos no sirven para solucionar los principales problemas, van a llevar a las grandes mayorías a cambiar las reglas del juego, lo que hará posible el surgimiento de nuevos instrumentos de lucha, hombres y mujeres decentes van a tener espacios en procesos electorales limpios en los cuales se tome en cuenta la conducta, la vida, el proceder de los candidatos y no los recursos de los cuales disponga.
Las mafias políticas todavía tienen influencia en amplios sectores por el dinero sucio de que disponen, fruto del saqueo al erario y el tráfico de estupefacientes.