En 1994 fue la última campaña de Juan Bosch, en la cual nos tocó recorrer el país haciendo las notas de prensa al fundador del PLD. En medio de la polvareda del camino nos topamos con los acompañantes de su candidato vicepresidencial, Leonel Fernández, quien andaba en uno de esos carros pescuezos largos en desuso que alguien le había prestado.
En esos tiempos, cuando lo hacía de compañero de boleta de Juan Bosch, contaba Emigdio Sosa que una vez se encontró con Leonel Fernández en el Palacio de Justicia, donde era abogado de oficio. Profesor, ¿qué hace a esta hora por aquí?, le preguntó Emigdio a Leonel. “Buscándole la compaña a los muchachos”, contestó el candidato vicepresidencial peledeista.
Como salí en el primer viaje con Leonel Fernández en busca de la candidatura presidencial del PLD, un día en la tarde nos convocaron a una reunión en la oficina de abogado que el precandidato peledeista tenía en el Conde, donde laboraban con él Abel Rodríguez del Orbe y Margarita Cedeño.
En ese encuentro nos comprometimos a buscar a Fausto Araujo para que, como periodista, acompañara a Leonel Fernández en los recorridos por el interior del país, ignorando que Fausto ya estaba comprometido con Euclides.
Días después de esa reunión en el Conde, se presentó a la redacción de Vanguardia del Pueblo Emigdio Sosa ante un próximo viaje de Leonel Fernández al interior. Abrió la puerta de la Redacción y gritó: “Grullón y Fausto.” “No es Fausto que va. Soy yo”, le contesté.
La mayoría de las veces el equipo partía de la casa de Doña Yolanda, quien nos brindaba antes de salir un cafecito, mientras Leonel Fernández ojeaba sus libros arrimados en una esquina de la casa de su madre.
Era Diandino Peña quien cubría los costos de los viajes, desde el combustible, las dietas para el equipo hasta los hospedajes. Diandino había sido exitoso en las construcciones en los gobiernos del Doctor Balaguer y se encargó del proyecto leonelista.
Una vez en Moca, mientras pronunciaba un discurso, Leonel se desmayó en un encuentro con peledeistas. El equipo lo socorrió y nos marchamos. En el primer colmado, Emigdio Sosa compró una malta morena y un bizcocho y se lo dio.
Nos cuentan que cuando Leonel Fernández salió de la presidencia en el 2000, vivía, como ahora, en uno de los Diandy y quien lo cuidaba debió algunas veces recurrir a amigos para comparar el botellón de agua, que cuando se acababa el ex presidente ni cuenta se daba.
Leonel Fernández ha sido tres veces presidente. No le podemos pedir que viva como estaba cuando salió a buscar la presidencia, pero creo que no es un hombre que busca el dinero, sino el poder político.