En víspera de la explicación que, en contraste con su estilo de gobernar, ofreció el presidente Leonel Fernández sobre el indulto de la señora Vivian Lubrano de Castillo, El Caribe había publicado el efecto milagroso que surtió el perdón en la salud de la ex banquera condenada a 5 años de prisión por el caso Banínter. Pero vale reconocer que esa recuperación instantánea era lo más natural para una mujer de elevada alcurnia, distinguida en los ambientes más glamorosos de la sociedad, y para cualquiera que fuera liberado del trauma de ir o volver a una celda.
Al tanto de que el decreto a favor de la ex banquera fue lo que amargó a la población, y más específicamente a sectores económicamente poderosos, el Presidente quiso dar una explicación y enviar un mensaje. La explicación de que el perdón estuvo motivado por razones humanitarias y de compasión podría discutirse, máxime por algunos vínculos políticos que no se pueden aislar, pero el mensaje de que no habrá más indultos para los condenados por los casos bancarios es contradictorio.
¿Por qué invocar razones humanitarias para la ex ejecutiva de Baninter, a quien de ninguna manera se puede culpar del indulto, y prometer que ya no habrá más para los otros ex banqueros condenados? Y más cuando cualquiera de los penalizados es pasible de padecer los mismos problemas físicos y mentales, y generar las mismas peticiones de familiares y relacionados que la señora Lubrano de Castillo. Se sabe incluso de algunos que sufren hipertensión, diabetes y otros males que cumplen sus condenas con estoicismo. Pero además hay cientos de presos comunes que sufren peor calvario, algunos que ni siquiera saben por qué están presos.
El lío lo ha armado el Presidente, quien a propósito puede estar tranquilo sobre las condiciones de salud de la indultada. Esa señora tendría que ser de hierro para no sufrir una crisis emocional ante la posibilidad de volver a la cárcel a cumplir no 5 años, sino siquiera unos días. El Poder Ejecutivo, con los certificados médicos, no fue inducido a error como para sentirse burlado y ofendido. Él sabe que esos no son los elementos en discusión, pues muchos perciben que se trató de una jugada política. Que no se guardara ni las formas, ignorando a la Comisión de Indultos, deja entrever, pese a las explicaciones, que había un compromiso.
Como se había rumorado que la señora Lubrano sería indultada antes de reingresarla a Najayo y que dependiendo del impacto de la medida se procedería con los demás, el Presidente tenía que darle una satisfacción, en contradicción con sus argumentos, al sector que más burlado se sintió con el perdón. Es más, se intuye que los favorecidos del Plan Renove y la misma designación de Alfredo Pulinario Linares como Asesor Presidencial fue parte de la estrategia para amortiguar el efecto que pudiera tener la medida a favor de la ex banquera. La explicación, en consecuencia, no fue un acto de rendición de cuentas, sino una satisfacción para tratar de aplacar la ira de los sectores de poder que se habían levantado contra el indulto a la ex banquera.
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