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Los disfraces del discurso dominante

Los disfraces del discurso dominante

Hubo un tiempo en que los “intelectuales” de izquierda en el país se desgarraban en una lucha absurda por una praxis teórica marcada por las revoluciones socialistas foráneas. Así se fragmentó la interpretación de la historia y se crearon capillas pro-albanesa, pro-soviética y pro-china, según la “visión” del modelo “socialista” preferido.
Mientras eso ocurría, con una revolución a la vuelta de una esquina distante, aquí, en el país, Juan Bosch proponía algunas ideas que iban desde el estudio de la realidad propia, en la perspectiva de la composición social, hasta una mirada al control imperial regional, con su tesis del pentagonismo.
Al mismo tiempo, se iba construyendo un marxismo latinoamericano que contaba con un pensador de la estatura de José Carlos Mariátegui, cuya lectura del marxismo le permitía una perspectiva de la realidad del indígena y el campesinado peruano, además de una mirada “orgánica” de lo nacional vs lo internacional.
Está pendiente un estudio comparativo entre estas dos cumbres latinoamericanas que convergen en una visión no-academicista y del marxismo como herramienta para interpretar sus realidades: el problema identitario, la mundialización como control, el marxismo como “camino intelectual” para acercarnos a una realidad concreta.
En el marasmo partidarista y la “muerte” de las ideologías, no hemos encontrado todavía un organismo que nos atraiga y organice más allá de la manipulación de las redes sociales cuyos “subleves” solo convienen al propio status quo, generando unos revolucionarios ingenuos.
Gayatri Chakravorty Spivak, una conocida maestra de India que alcanzó notoriedad por su crítica a la filosofía occidental, en particular su deconstrucción de la deconstrucción de Jacques Derrida, nos advierte de la mirada alienada y la estrategia de la autonegación.
Lo que asumimos como pensamiento de vanguardia, son argumentos teóricos interferidos por la visión postcolonial, un des-apoderamiento del decir del subalterno. Las grandes metrópolis nos imponen un modo de pensar y herramientas discursivas para negar la disidencia.
Otorgarles voz a los des-apoderados, crear códigos y lenguajes que den a ver sus historias y experiencias, no desde la mirada colonialista, sino desde el autodescubrimiento, implicaría una mirada de sí que obliga a una postura des-alienante frente a la realidad propia, a una recuperación de la identidad malentendida por el propio subalterno. Un cambio intelectual y político para repensarnos y revisar los conceptos teóricos del orden.
Este repensar no solo entra en la lógica de una filosofía propia, sino también de una literatura. No se trata de una muralla china para pensarnos al margen, sino de una interinfluencia crítica en una “sociedad abierta”. Ni la tribu que critica Popper, ni el subalterno sin voz.
En el caso de la Gramatologia derridiana, la crítica de Spivak comienza por su afirmación de que el filósofo francés no piensa a oriente. El logocentrismo de Derrida se evidencia, según esta filósofa, en su crítica a Levi Strauss, donde representa a un pueblo “primitivo” sin escritura, lo que evidencia a la deconstrucción derrediana como inútil para el abordaje de tales grupos.
La deconstrucción al estilo Spivak interroga la legalidad del discurso eurocéntrico y hace pensar otras experiencias que ocurren en las excolonias. Esta interrogación se extiende a los modelos educativos donde evidentemente se privilegia el pensamiento francés y germano; donde quiera que se ignora el pensamiento propio, donde se duda si existe filosofía fuera de los modelos europeos. En este punto sitúo a pensadores tales como la propia Spivak, Homi Baba, Slavov Sisek, Edward Said, y otros, a los que llamo pensadores de la orilla.
Spivak señala que la deconstrucción (derridiana) está encerrada en un marco descriptivo y formalizante de prácticas de la academia. A este límite disciplinar ella lo llama “setting to work”, que traducido significaría que lo académico es el ámbito laboral de la deconstrucción. Academia dominada por el problema “del lenguaje y del signo” con la atención sobre el etnocentrismo y el fonocentrismo.
Los referidos pensadores continúan su crítica crucial para un compromiso político e intelectual que no se queda en el plano académico y permite una mirada desde la condición del sujeto subalterno. Desde este discurso advierten del peligro ético de un enfoque “des-enmarcado” asociado a una representación intelectualdiaspórica en la academia occidental.
En fin, es urgente pensar todo lo que nos han servido en la mesa: desde los feminismos hasta las políticas neoliberales. Pero pensarlo desde nuestras realidades históricas y culturales, porque el pensar prestado es una interpretación miope de lo propio.

El Nacional

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