Opinión

Los lectores opinan

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¡Ni un maestro!
Señor director:
Un pueblo completo sin escuelas por falta de maestros.

3,500 niños en sus casas sin recibir el pan de la enseñanza.

Las aulas de la  escuela de Restauración, lejano pueblo fronterizo que honra nuestra magna gesta patriótica.

En la otra cara de la moneda,  53 ministros,  320 subsecretarios,  millares de ayudantes civiles del Presidente,  docenas de embajadores sin embajadas,  centenares de vicecónsules sin consulados ni oficinas,  centenares de miembros de consejos que a nadie aconsejan.

¿Y dónde se ha metido la conciencia ciudadana?

¿Qué ha pasado con eso que llamamos opinión publica?

¿Es que le vamos a dejar todo el trabajo a  Nuria?

¿O al Falpo? ¿A los médicos?

¿O, para rematar,  a las bocinas regionales cuyo protagonismo extrañamos en esta, hoy dormida,  Cuna de la Civilización donde se bate el cobre?

¡Qué vergüenza!

 

Atentamente,

Eduardo Álvarez

***

Impuestos a los combustibles
Señor director:
Los cortes prolongados de energía enervan a la ciudadanía y distorsionan la vida económica, social y política del país. Este servicio se ha hecho costoso por el mismo precio de los combustibles fósiles que se utilizan para la generación.

Pero lo más importante es que una gran masa de la población que lo usa no lo paga, y otra, que aunque lo pague, apela al fraude para reducir la facturación; asimismo, quien tiene las redes percibe un porcentaje en la transmisión y el que distribuye tiene que compensar todo esto alterando la tarifa por consumo a niveles críticos para el número de clientes que finalmente paga este servicio.

Visto así el problema, quien tiene que asumir las pérdidas por transmisión, fraude y consumo no facturado, es el Gobierno, que con el esquema presupuestario que tiene, se le hace difícil pagar a tiempo y esto genera atrasos que obligan a los “apagones financieros”.

Este subsidio se cubre con los impuestos a los combustibles fuertemente gravados para “reducir su consumo” y éste no desciende aún los altos precios del petróleo. Entonces, para hacer sostenibles los ingresos y cubrir esos compromisos de apoyo no solo a la energía sino a la producción de alimentos, el gas propano, transporte y demás, lo más conveniente es no bajar los precios de las gasolinas y sí los de otros derivados que afectan el trabajo productivo más importante que recae en el diesel; incluso, el diesel premium lo elevo de precio para asegurarme que los vehículos de gran lujo paguen; los mismos propietarios de estos vehículos también reciben el subsidio eléctrico, y hasta el fraude se dice viene de ese sector.

Algunos escépticos dirían que si subimos más los combustibles “élites” se reducirá el consumo y entraríamos en un círculo vicioso. Pues creo que no, ya se demostró que las gasolinas a 200 pesos por galón y el gasoil acercándose a esa frontera no hizo mella en esos renglones recaudatorios. Seguimos, y no a “pasito lento”, sino más rápido: más visitas al interior, a los resorts; las calles no se descongestionaron, y peor aún, la gran masa de peatones no exigió el transporte público en autobuses para reducir el hormigueo de los “conchos”.

El Gobierno debe fortalecerse manteniendo altos los precios del “lujo por rodamiento”. Ya probamos que podemos pagarlo, pero el partido de oposición que rabiosamente defiende la reducción demagógica de los precios, tiene que salir de su tradicional incoherencia: “no a los impuestos en la oposición, sí a las reformas tributarias cuando va al poder”. Hay observaciones legítimas de los técnicos a la financiación extraordinaria del servicio eléctrico y productos básicos, pero es una visión muy simplista ver la actividad desde la protección del consumidor de combustible cuando al mismo tiempo éste también se beneficia de la compensación al servicio.

Claro, si esa es la actitud de una “oposición responsable” entonces no habrá solución a los apagones por vía de la compensación a los generadores, transportistas y distribuidores de energía, y solo nos queda la onerosa nostalgia de recordar a “Fello el de San Cristóbal”, como nos dice el Coctelero.

Pienso que estamos cayendo en un ilusionismo económico con el petróleo. Este estratégico producto se encuentra en contracción de demanda por parte de los grandes consumidores, pero inmediatamente estas economías encuentren su camino de nuevo volveremos a la ruta de los precios altos. Será difícil que países tan dependientes como el nuestro pueda fijarse expectativas halagüeñas con los precios del petróleo y sus derivados. ¿Qué influye en el precio del petróleo? Las reservas de Estados Unidos, las guerras, el clima, etc., y esto siempre está presente.

Atentamente,

Manuel A. Fermín

El Nacional

La Voz de Todos