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Los perros de Trementina

Los perros  de Trementina

Magia y poesía, ironía e irreverencia, universalidad de los sentimientos y vicios humanos nos acompañan en un viaje encantador a través de un mundo sumamente actual y al mismo tiempo muy bien arraigado.

Juntos con la misteriosa Trementina y sus diabólicos perros, con el tierno Felipe, aprendiz ratonero, y su taimado maestro, con Carlos Juegos y el molinete de intrigas para lograr el poder, recorrimos calles típicamente dominicanas empero muy parecidas a las de cualquier otro lugar del planeta.
La Pedro A. Bobea, en Bella Vista, es la calle más linda del mundo.

Está linda cuando llueve y cuando hay sol, cuando uno la recorre y cuando uno se para a mirarla, y aún más linda está cuando los flamboyanes la llenan de alegría con sus colores de fuego.
Sin embargo, la Pedro A. Bobea es, por encima de todo, una calle inspiradora.

No por nada este libro de cuentos se titulaba inicialmente “El Ratonero”, o sea llevaba el título del cuento ambientado en esta misma calle, en la cual Solano coloca al Maestro Ratonero y al Aprendiz Ratonero Felipe, igual como si fuera la sede de la más importante universidad del globo: la universidad de la vida callejera. Cuenta el autor que la Pedro A. Bobea – una cuadra pequeña, de cinco esquinas – era la fuente de sustentamiento del Maestro, cuando él se inició como ratonero. Por eso, ahora es la calle en donde el maestro entrena a su discípulo. ¡La Pedro A. Bobea es la vida!

Entonces, ¿por cuál razón se ha cambiado el título al libro?
Hasta ahora, sólo el autor y yo conocemos el motivo. Pero se lo vamos a desvelar con gusto. Y, contrariamente a lo que pasa en las novelas policíacas, damos a conocer el “asesino” antes de exponer los hechos.
El culpable fue el pintor.

Y ahí va la historia.

Cuando publicamos en Italia la traducción del libro, tuvimos que elegir una imagen de portada. No quise ponerle una de estas imágenes que se bajan gratis del internet. Los cuentos estaban demasiado bellos para desvalorizarlos con una portada común. Había que buscar algo original, algo creado especialmente para el libro, inspirado en el libro.

Me comuniqué con un amigo mío, pintor y escultor, cuyo nombre es Alessandro Nicoletti, y le planteé mi dilema. A pesar de que no nos habíamos comunicado desde hacía mucho tiempo, el vínculo de amistad permanecía, y él, como buen amigo que es, me dijo:

-Mándame un par de cuentos traducidos. Yo los leo y te pinto algo relacionado al cuento que más me va a inspirar.

Le mandé por supuesto El Ratonero, cierta de que eso sería el cuento inspirador, y además Los perros de Trementina y Medio humano.

Al pintor le encantó Trementina, pues dijo que esa bruja se parecía un poco a mí (tengo amigos muy amables yo…), y realizó el dibujo que utilizamos como portada, cambiando por consiguiente el título del libro. Está por demás decir que a este libro le tengo cariño doble: por ser su traductora al italiano y por parecerme, según dicen, a la bruja que Alessandro pintó.

El dibujo original lo tengo colgado en una pared de mi cuarto; el libro lo utilicé como texto de lectura cuando, en 2014, como profesora de la Escuela Superior para Mediatores Lingüísticos de Pisa, di unas clases sobre la literatura dominicana a los estudiantes de la Facultad de Letras de la Universidad de Córdoba (España).

Después de haber contado anécdotas, es preciso hacer un pequeño comentario sobre el libro y su autor.
Las obras de Solano, y estos cuentos en particular, demuestran que la mente de este creador es un profundo pozo de ideas que él expresa llenando las páginas blancas de su cielo literario con arcoíris de palabras que uno nunca se cansa de leer.

Fluyen como ríos de agua viva las historias que Solano inventa para alimentar el florecer de la felicidad humana.

Gracias a su especial aptitud a la representación de los caracteres, vicios y virtudes del hombre, el lector de animas Solano dibuja personajes inolvidables, arquetipos en los cuales el lector puede reconocer a sí mismo, y frente a los cuales puede reír o llorar, enfadarse o sorprenderse, pero nunca quedarse indiferente, pues ellos son espejos que reflejan los secretos de cada uno, desvelando la esencia íntima de la existencia.

Tiene fe Solano. Una fe grande en una divinidad llamada poesía, esa fuerza de amor que mueve el mundo y crea felicidad. Para esta fe él lucha, combate su diaria batalla para la elevación del alma humana. Para Solano, poesía no significa solo versos, sino también forma de ser:poesía como filosofía de vida; vida como poema de la existencia.

Su poderosa y algorítmica creatividad supera los límites de los géneros literarios. Sus cuentos son poemas, sus versos son “jugo de poesía”. Su producción literaria es – según su propia definición – una búsqueda de armonía entre los seres humanos y el universo que los acoge.
La prosa de Solano tiene un estilo fluido, encantador, hechicero.

Al leer sus cuentos escucho su voz acariciándome el oído, veo su sonrisa penetrando mi alma. Y así será para cada lector de Los perros de Trementina – estoy segura de esto – porque estas eternas historias, contadas como sólo él sabe contarlas, llenan el corazón y abren la mente hacia senderos alfombrados de pétalos de rosa.

El Nacional

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