POR: UBI RIVAS
María de los Ángeles Félix Guerreña nació en Alamos, Estado de Sonora, México, el 08-04-1914 y falleció en Ciudad México, conforme a su “voluntad”, el día de su cumpleaños, el 08-04-2002, a los 88 años de vida intensa en los platóo, nighs clubs, juergas, cuatro esposos, varios amantes, interminables trasnoches, que le pasaron factura a su rostro extraordinariamente bello. Una edición muy parecida a la de Ava Gardner.
El féretro con los restos mortales de La Doña permaneció 22 horas en capilla ardiente en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad México, donde desfiló una muchedumbre impresionante, al fallecer el día 8 de abril de 2002, escuchándose intermitente La Golondrina, que compuso en 1862 Narciso Serradell Sevilla y María Bonita, que compuso para ella su segundo esposo, el universal Agustín Lara.
“A dónde va,
veloz y fatigada
la golondrina
que de aquí se va
aa aa,
no tiene cielo
temerosa y angustiada
sin paz ni abrigo
que la vio partir”…
Alternada con María Bonita:
“Acuérdate de Acapulco
De aquellas noches,
María Bonita, María del alma
Acuérdate que en la playa
Con tus manitas
Las estrellitas, las enjuagabas…”
El catafalco de La Doña permaneció cerrado todo el tiempo, por expresa voluntad final de la diva más famosa y bella del cinema mexicano de la primera mitad del siglo XX, esa voluntad ferrosa que la condujo a escoger a sus varios esposos y amantes, sin que resultara nunca lo contrario, y la interrogante es determinar algún día si con esa manera dominante, cerrada, prepotente, autosuficiente y absolutista, fue feliz.
Esa voluntad de círculo hermético que inclusive decidió en la excelsa diva fallecer el día de su cumpleaños.
México tributaba un emocionante y sentido adiós a medias, porque a figuras como María de los Ángeles Félix Guereña no es posible despedirlas de un todo jamás.
Doña Bárbara, la novela “de la tierra” de Rómulo Gallegos, que rodó en 1943 la catapultó en los platóo y acuñó el sobrenombre de La Doña, el primero de 47 filmes que rodó en su país, España, Italia y Argentina, negándose a actuar en Hollywood, no obstante las ofertas del gran Cecil B. De Milles, porque se resistió a aparecer como una india, en vez de una actriz de primer orden.
En 1933 casó por primera vez con Enrique Álvarez Alatorre con quien procreó a su único hijo Enrique, actor, fallecido. Luego casó en 1945 con Agustín Lara, prolífico compositor de mil canciones, divorciándose del “flaco genial”, sosteniendo romances con Jorge Pasquel, el torero Luis Miguel Dominguín, a quien vio morir en aquella cornada fatal en la plaza de Linares, con el argentino Carlos Thompson y luego casó con Jorge Negrete, cuando al superbo charro se le bajaron los humos de la grandeur y la prepotencia, y “se rindió a sus pies”, pero a los pocos meses fallecia en Los Ángeles, California, de cirrosis hepática, y La Doña, con esa voluntad omnímoda, se presentó a la funeraria Angelina en pantalones, causando un escándalo.
Casó con el banquero francés Alexander Beger, su cuarto esposo, que falleció 18 meses después. Los muralistas mexicanos José Clemente Orozco y Diego Rivera la cortejaron, el primero exitoso, el segundo fallido, no por amorfo, sino por la brutalidad con que La Doña conocía trataba a su inválida esposa Frida Khalo.
El gran enigma en María Félix radica en la forma desaprensiva que dispensó a sus eposos y amantes y determinar si con esa manera extraña consiguió en realidad ser feliz, sin cuestionar el desbordante éxito que logró como la primera actriz del cine mexicano de todos los tiempos.