Al bajar la enorme carpa mediática que sirvió de cobija a la Cumbre de las Fuerzas Vivas, el Gobierno anunció que se agenciaría unos 20 mil millones de pesos para poder acometer obras y programas sugeridos por instituciones participantes en lo que ha debido ser un útil ejercicio dialogante.
Hay que suponer que al menos parte de esos recursos ha sido ya identificada o debe estar disponible para acometer las urgencias sociales o económicas identificadas en la cumbre, y las que han sido diferidas de otros olvidados diálogos nacionales.
Los acuerdos alcanzados en las diferentes mesas de negociaciones son para vigencia o aplicación durante el 2009, en razón de que una agenda a más largo plazo está pendiente de discusión, de conformidad con la ley que ha creado a la Secretaría de Economía, Planificación y Desarrollo.
No hay razones, entonces, para que las autoridades presenten cara de sorpresa o incredulidad ante los reclamos de distintos sectores para que se aborde con prontitud sus muy diversas y dilatadas necesidades.
Arreglo y construcción de calles, carreteras, caminos vecinales, escuelas y viviendas, preparación de tierra y distribución de simientes, han debido ser parte de los acuerdos de esa cumbre citadina que hasta prueba en contrario procuraba disminuir los efectos de la crisis global sobre el entorno social y económico local.
El Gobierno está compelido a actuar con diligencia en el abordaje de problemas puntuales que agobian a segmentos mayoritarios de la población, en vez de enfrascarse en inútil polémica sobre la cuadratura del círculo.
El mejor ejemplo de lo que aquí se señala lo representa el desbordamiento del lago Enriquillo, cuyas aguas han anegado ya miles de tareas cultivables y no pocos núcleos poblacionales, por lo que se ha solicitado una urgente intervención oficial, que por desgracia no ha pasado de meras promesas.
No hay que esperar a que esas comunidades promuevan protestas para atraer la atención de unas autoridades que hace tiempo han debido procurar solución o alivio a un problema que agrava la miseria y marginalidad de millares de familias. Lo que se pide es más sensibilidad y menos bravuconería.