Opinión

Me lo contó mi papá

Me lo contó mi papá

Mi padre no era lo que se llama un intelectual, académicamente hablando, pero sí un hombre de una gran intuición política.

Era un firme partidario del general Horacio Vásquez,  aquel presidente que en 1930 tuvo que abandonar el poder luego del Movimiento Cívico del 23 de febrero, cuando bajo los auspicios de Rafael Estrella Ureña un grupo de partidos se opuso al continuismo. La Constitución había sido modificada para ampliar de cuatro a seis años el período de Vásquez, algo que fue una verdadera manipulación.

Era pequeño cuando papá refería todo lo relacionado con esos acontecimientos. Una de sus predicciones, que resultó certera, fue la de que un  militar como Trujillo, con dinero acumulado como Jefe del Ejército, terminaría en una tiranía.

Papá siempre decía que la “camarilla de corruptos” que rodeaba a “un hombre bueno” como Vásquez, quería mantenerse  a toda costa  para conseguir dinero.

Esa camarilla parece no tener fin. La diferencia es que ahora sus integrantes se disfrazan de legalistas. En la Reforma a la Constitución que dio paso a Hipólito Mejía se prohibía la reelección, pero la  “polilla palaciega” le convenció de que la modificara, a fin de que se reeligiera, lo que afortunadamente no ocurrió en el 2004.

El lineamientos  trazado por José Francisco Peña Gómez, era que el PRD no podía traicionar el principio antirreeleccionista.

La Constitución actual prohíbe la reelección consecutiva. Sin embargo, comenzamos a ver los movimientos de la “polilla palaciega”. Si a esto se añade el afán de controlar absolutamente el Congreso, ¿quién quita que se plantee luego otra Reforma Constitucional

 Si mi padre estuviera vivo,  diría más o menos: “Estos son malos indicios, de una camarilla corrupta, no puede esperarse más que una dictadura, aunque se disfrace de democracia”

Los que tenemos edad y experiencia suficientes sabemos, sin necesidad de una bola de cristal, cómo terminan los llamados “gobiernos fuertes”.

El Nacional

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