La escasez de productos esenciales que afecta a los servicios médicos en Haití, incluso de morfina y analgésicos para amputar a decenas de heridos a causa del devastador terremoto del 12 de este mes, constituye la respuesta más dramática y contundente frente a los devaneos de la comunidad internacional en torno a las condiciones en que se encuentra la nación. La desesperante situación convoca por lo menos a agilizar las millonarias ayudas que se han anunciado para aplacar el sufrimiento y el dolor de un pueblo que sobrevive a duras penas.
Es verdad que con estructuras arruinadas es difícil enviar ni distribuir suministros a Haití lo suficientemente rápido. Pero con conferencias, que nunca pasan de escenarios para exponer teorías, como la reunión internacional que se celebró el lunes en Canadá, tampoco se va a afrontar la calamidad que afecta a miles de personas que han tenido que ser alojadas en miserables campamentos.
De no actuarse con prontitud el drama haitiano puede tornarse todavía más crítico. Las carencias de materiales y medicamentos que limitan o amenazan los servicios de salud son un problema que no puede esperar a que se defina una estrategia sobre el futuro de la nación.
Por el aluvión de ayudas que se ha anunciado lo menos que podía esperarse a 18 días de un fenómeno que anegó las calles de cadáveres y derribó hospitales, escuelas, templos religiosos, el Palacio Presidencial, hoteles, oficinas públicas, viviendas y otras instalaciones era escasez de productos esenciales para atender a los heridos en los centros médicos que se han improvisado. Se trata de problemas que, sin que nadie se llame a engaño, evidencian, en medio de las dificultades, lo mal canalizada que ha estado la asistencia destinada para los damnificados.
En muchos casos hasta se han convocado iniciativas a favor de la reconstrucción de Haití sin repararse en que la nación cuenta con un Gobierno. El injerencismo que suele asomar con frecuencia en intervenciones sobre las necesidades y el futuro del asolado territorio ha provocado que sectores de oposición cuestionen el papel del presidente René Préval.
Pero ahora que se ha dado cuenta del problema hospitalario tiene la comunidad internacional una oportunidad para articular una estrategia que haga más eficaz la canalización de la millonaria asistencia que ha anunciado a favor de miles de personas que pueden depender de un simple tratamiento para salvar la vida en una nación donde sobrevivir constituye ahora mismo la principal prioridad.