Un chin chin de retrospección, por favor
A medida que pasa el tiempo, el reciente proceso electoral va dejando en pelota la desnudez asquerosa de algunos de los más conspicuos exponentes del quehacer político nacional. La misma gente a la que uno le reconoce capacidad y le supone buena fe, hoy, acaso por recelos y avaricia desmedida, le endilga errores al ingeniero Miguel Vargas que sólo puede producir una mente enferma o desmemoriada.
Sólo el ingeniero Ramón Alburquerque puede imaginar cuán difícil fue para mí escribir este artículo con la finalidad de enmendarle algunas de sus consideraciones. En primer lugar, amigo mío, si es que así aún me valora, no creo que haya moral suficiente para sugerirle a Miguel que emule a Felipe González, por razones de cultura y sistema político.
Cultura y sistema político que Ramón conoce al dedillo por vivencias in situ y doctrinarias. Además, pienso que su juicio es desacertado y poco elegante. De él, era impensable que luego de ganada una imagen golpe a golpe, verso a verso, como dice Machado; y a golpes con versos, y a versos con golpes de los que da la vida, agrego yo que sé de su noble estirpe, se destape con tal vileza.
Francamente, no entiendo, cómo es posible que Ramón Alburquerque olvide que la razón fundamental para que Miguel Vargas entendiera que debía ser el presidente, líder y potencial candidato del PRD, se debió al mal uso de los recursos económicos que alegadamente se hizo durante su presidencia, dejándole al paracaidismo trepador la suerte del proyecto MVP. Estoy convencido de que, a veces, no está demás hacer algo de retrospección. No es por nada, no