La elección de Pedro Martínez al Salón de la Fama del béisbol colma de alegría a República Dominicana porque otro de sus buenos hijos alcanza el más alto peldaño de una carrera deportiva excepcional, que lo sitúa como uno de los mejores lanzadores en la historia de las Grandes Ligas.

Con tan merecido galardón, Pedro se consolida como gran ejemplo para la juventud, porque desde un hogar muy humilde pudo vencer todo tipo de escollos hasta escalar la cima de la gloria, con una intachable conducta dentro y fuera del estadio de pelota.

Sus 219 victorias, efectividad de 2.93 y 3,154 ponches fueron más que suficientes para que el nativo de Manoguayabo recibiera su pase al Salón de los Inmortales, para unirse así a Juan Marichal, quien mora en Cooperstown, desde hace 36 años.

Al regreso a su patria, Pedro merece el más cálido, masivo y entusiasta recibimiento, porque por su ilustre carrera en la Gran Carpa y la inmortalidad alcanzada, él encarna el más elevado orgullo del gentilicio dominicano

Por sus innegables méritos deportivos, su apego a valores morales y gran fervor patriótico, Pedro Martínez se ha ganado el derecho de contar con la absoluta admiración, aprecio y respeto de sus compatriotas, que lo identifican como “Pedro el Grande”.

Poder Judicial

El Día del Poder Judicial, que por ley se conmemora el 7 de enero, no debería convertirse en irrelevante efeméride, sino como oportuno espacio para pasar balance al servicio judicial y reflexionar sobre su presente y futuro.

Sin negar que la judicatura nacional haya avanzado y se ha fortalecido por los oleajes de reforma judicial y como consecuencia de la Constitución de 2010, hay que admitir que es mucho el camino aún por recorrer hasta alcanzar una anhelada justicia absolutamente independiente y accesible.

La Suprema Corte de Justicia y las Altas Cortes están compelidas a acelerar el proceso de consolidación, tecnificación y autonomía de todos sus estamentos, si de verdad se quiere que el Poder Judicial brille por la conducta de sus jueces, la pertinencia y sabiduría de sus sentencias.