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Orto-escritura

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Criterios que rigen la formación de los gentilicios

 

El filósofo Luis F. Cruz Paulino, quien me honra al leer esta columna, ha sugerido explicar cuál es el criterio para la terminación de los gentilicios. En artículos anteriores nos hemos referido a la autoridad facultada para imponer el gentilicio de una nación o localidad cualquiera.

El gentilicio es genuina expresión de orgullo territorial, factor sentimental de unidad de los naturales de un lugar determinado. En el caso de un Estado o nación el gentilicio queda explicitado en su acta constitutiva: “El pueblo dominicano constituye una Nación organizada en Estado libre e independiente, con el nombre República Dominicana”, reza el artículo uno de nuestra Constitución. El pueblo dominicano es la reunión de todos los dominicanos.

En los municipios, distritos municipales y otras demarcaciones, el gentilicio procede de la población. Por eso en algunos casos no hay acuerdo acerca de cómo llamar a los naturales, si jamaeros o jamaenses, si micheros o michenses, si hateros o hatomayorenses.

¿Qué autoridad se ocupará de esto? La principal autoridad son los naturales y habitantes de una localidad. Esto no excluye a la autoridad política.

Los sufijos que intervienen en la formación de los gentilicios se remontan a los orígenes mismos de nuestra lengua, con influencia del latín, del griego e incluso de lenguas orientales, pues los gentilicios son tan antiguos como la humanidad.

La Nueva gramática de la lengua española (Asociación Academias de la Lengua Española, Madrid, 2009) en el capítulo titulado “La derivación adjetival y adverbial” dedica un amplio apartado a los adjetivos gentilicios y cita (pág. 533) los sufijos (terminaciones) con los que se forman normalmente los gentilicios. Helos aquí:

-aco/aca (austriaco); -ano/ana (italiano);-ata(keniata); -eco/eca (guatemalteco);-ego/ega (manchego); eno/ena (chileno); -ense (bonaerense); eño/eña (limeño); eo/ea (europeo); -ero/era (habanero); -és/esa (cordobés); -eta (lisboeta); -í (iraní); -ín/ina (mallorquín); -ino/ina (granadino); -ita (israelita); -o/ a (ruso); -ol/ola (español);-uno/una (villavicenciuno).

Estas terminaciones se aplican para gentilicios de los más disímiles lugares del mundo, sin tomar en cuenta su lengua o cultura, lo que importa es que esa es la forma de decirlo en español.

De esas terminaciones, seis predominan en los gentilicios dominicanos, y otras nunca se emplearán. Es decir, aquí usamos el sufijo -ano/ana: seibano, higüeyano, nordestano, baorucano (distrito municipal Baoruco, Barahona), bijano (La Bija, distrito municipal de Villa La Mata), cevicano, mocano.
Empleamos también el sufijo -ense, el cual tiene cierto encanto y muchos lo prefieren para sus localidades, aunque les haya tocado otro: hatomayorense, romanense, bohechiense (Bohechìo), bonaense (de Bonao), cabaretense, caletense (de Caleta, distrito municipal La Romana), tenarense.

Con la terminación eño/eña tenemos puertoplateño, monteplateño, mateño (Villa La Mata), borojoleño (de Borojol, barrio de la Capital), sureño, maeño.

El sufijo ero/era debe ser el más empleado por los dominicanos para crear gentilicios, es de mayor sabor a pueblo. Tenemos: michero (Miches), calderero, caletero (de La Caleta, distrito municipal de Boca Chica), carreyegüero ( de Carrera de Yeguas), castañuelero (de Castañuela) , guaymatero (de Guaymate), nagüero, sanjuanero.

Una terminación poco frecuente entre nosotros: -és/esa, que se usa para los naturales de Samaná: samanés. Por igual, el sufijo –ino solo lo conocemos en dos gentilicios dominicanos: sabanalamarino (Sabana de la Mar) y bocaíno (de Boca de Yuma).
Un gentilicio cuya terminación no aparece en la Gramática es banilejo.

Por: RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com

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