Semana

Orto-escritura

Orto-escritura

Portada de la obra de José Moya Pons.

Todas las palabras pueden ser poéticas

Tiene nuestro idioma palabras predeterminadas para la poesía? ¿Hay vocablos excluidos del privilegio de ser empleados para la composición de los poemas? De ninguna manera. No obstante, es cierto que algunas voces han disfrutado de la preferencia de los poetas. Mire algunas:

Ternura, dolor, amor, parca, alba, crepúsculo, mar, aurora, ángeles, flor, montaña, prado, primavera, rosa, aurora, estío, paloma, luz, lumbre, sombra, lluvia, eternidad, otoño, silbo, árbol, ruiseñor, fragancia, agua, cielo, estrella, corazón, alma, rocío, amanecer, cisne, trino, aliento, lago, beso, nardo, camino, suspiro, libélula, lirio, madre, crisálida, luna, mariposa.

José Moya Pons -lea bien, José, no Frank- marca una diferencia con el resto de los creadores: no le son imprescindibles, para componer buenos poemas, los vocablos que andan de poeta en poeta. Este autor elabora el verso con las palabras que tenga a mano, palabras comunes, al alcance de todos, pero que Moya las pone a danzar en la fiesta de la poesía.

No sé si decir que desconocía la existencia del poeta José Moya Pons hasta hace dos semanas, cuando recibí un ejemplar de su libro La taberna de Tom Phips que me enviara, como a otras personas, el muy conocido -y apreciado- historiador Frank Moya Pons.

Llegó acompañado de una misiva en la que Frank explica lo siguiente: “Este poema fue escrito en 1985 por mi hermano José, quien reside en los Estados Unidos desde hace más de treinta años sin haber perdido su identidad caribeña. José mantuvo esta obra guardada desde entonces y ha sido ahora cuando, por fin, se decidió a darla a conocer públicamente mediante esta primera edición privada y limitada”.

El volumen consta de 169 páginas, y aunque se trata de un poema unitario, los textos aparecen con marcas gráficas -y también de sentido- que indican variaciones en el tono del canto. Unos trozos son breves, digamos uno o dos versos en una página, pero otros como los de las páginas 107-109 son tan compactos que los versos se han sido colocados uno a continuación del otro, con punto y seguido. La página precedente (105) contiene un solo verso: Tom lanza sus sombras al mar…
Hasta la mitad del libro, los textos están escritos en segunda persona, un hablante lírico platica con Tom, quien tiende su hamaca entre el mar y la selva. Tom es un sujeto receptivo y todo se encamina hacia su taberna.
Otro elemento para tomar en cuenta en la estructura del poema es el introito, sin título, que aparece en la página 7. Copio un fragmento:

“Esta reseña escrita por el asombro/ describe nuestro reciente pasaje por las tierras/ que toca el Mar Caribe. / Caminata y travesía deslumbrantes. / Soledad y aislamiento. /Todo en redor está despoblado, solo”.
El poema refiere un viaje: “Traemos/ de nuestros ahumaderos/ la cara para las flotas,/ los leños para las rodas/ y los racimos de cuero. / Traemos/ la carne cimarrona, salvaje”. Persisten los verbos asociados semánticamente a la aventura: salimos, llegamos, traemos, venimos.

Con los elementos de las islas, de la mar, hace Moya Pons su poesía: carnes (tocino, cecina, tasajo), piezas de barcos (vela, quilla, anclas, ronzal), nombres de embarcaciones (navíos, bajel, faluchos…).

La taberna de Tom Phips transpira un aliento sociológico, pero sin menoscabar para nada los recursos formales, que lo tipifican como una obra esencialmente poética. Este libro merece conocerse y ponderarse.

“Argolla de Tom / nudo, remo, fondo, lazo, baraja, /ruta, puerto, cabo, banco, boya, / rumbo, barca, cuba, tinaja, / vela cuarteada, / ribera/, cauce, acabo, sello, remate,/ aguas, abiertas y barra/ aguas / de Tom/ para su embate. (pág. 89).
Para José Moya Pons, todas las palabras están a disposición de la poesía.