Paso de águila, mirada de lobo y hacerse el bobo. La frase la escuché de labios de un español ilustre que supo enfrentar las dificultades del mundo político y logró salir airoso después de años de intrigas y falsas acusaciones. Y es que la vida pública ha sido asaltada por una red de gente sin la suficiencia requerida para el justo desempeño.
Construir espacios de credibilidad y respeto tiene alto costo en sociedades en que los elementos que garantizan el triunfo no necesariamente son vinculan a valores como talento, formación y condiciones.
Sobrevivir al acoso del club de mediocres requiere paciencia y tolerancia porque una de las fatales tendencias de las figuras hegemónicas consiste en dar beligerancia a gente que utiliza su proximidad para inyectar veneno, con tal de indisponer al que considera potencial competidor. Quien actúa con auténtica habilidad es capaz de saber cuando las palabras simples cargan el néctar de perversidad en capacidad de delatar al vocero.
Milito en un partido que no asume con la inteligencia debida las oportunidades que se han ido presentando en el panorama nacional. Desafortunadamente, franjas de la organización invierten demasiado tiempo en orquestar conspiraciones internas y posponemos la articulación ponderada de las líneas de una oposición que nos lleve a la victoria.
Los que apostamos al futuro debemos desarrollar comprensión del problema básico del PRD: existen sectores que aspiran a administrar el proceso y liquidan iniciativas con sentido crítico de una triste realidad partidaria. El cambio viene, sin importar la resistencia. El ritmo de los acontecimientos podrá detener por un tiempo la marcha, pero nunca los obstáculos han imposibilitado que la rueda de la historia pase por encima a quienes están lejos de la ruta transformadora.
Mientras tanto, paciencia paciencia.