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Panchito Martín Mena, búsquenlo antes que muera

Panchito Martín Mena, búsquenlo antes que muera

El músico Panchito Martín Mena es el amigo que todos hubiésemos querido tener, es el abuelo de ensueño que todos hubiésemos soñado poseer en el árbol genealógico quizás dos décadas atrás cuando en el país se respetaba el tener una trayectoria limpia, destacada, de lujo.

Con un pasado glorioso, artista, lleno de historias, con ese aire perpetuo de bohemio que no destiñen ni las canas ni el encorvamiento. Tuvo su época de esplendor y disfrutó de esa honorable hetaira llamada fama. Entre los años 60 y 70 se ramificaron sus grandes creatividades.

“Salve merencumbé”, es uno de ellos. Aún uno lo escucha y los pies se mueven. A él le grabó medio mundo, desde gente como Johnny Ventura hasta Fausto Rey, pasando por Vicente Pacheco y hasta Billo Frómeta, ese renombrado músico que en Venezuela hizo historia y que es referente musical por antonomasia. Tenía facilidad para penetrar las fases de la creación que conducen al romanticismo y el jolgorio. Su inspiración daba para el bolero, la salsa, el merengue. La época lo demandaba, las noches del Hotel Napolitano, donde hizo vida así lo requerían puntualmente.

Pero, como a todos, nos llega el invierno. A Panchito Martín le llegó. Hace un año escribí un artículo sobre él en el que destacaba las precariedades económicas. Su amada esposa Casandra hasta ese momento había hecho lo indecible para conseguir una pensión digna para que él tuviese cierto respiro al final de la existencia. Dictadura de medicamentos y recetas, además de la vejez, mandan.

Ella recurrió al Ministerio de Cultura, en ese entonces dirigido por el letrista José Antonio Rodríguez. Aún tiene copias de la carta que dirigió al flamante compositor de “Para quererte”, y también copia de la respuesta de la promesa estatal que éste le hiciera, entintada con ese frío acuse de recibo que lo estatal destila. Pero, como dicen los viejos, no hay peor cuña que la del propio palo. Rodríguez, colega por inspiración y por ejercicio de Panchito, no hizo nada. El creador de Salve Merencumbé se quedó oliendo donde otros guisan, donde priman a granel las botellas, donde abundan gente que no tiene idea de lo que es el talento, el aporte o el doblar el lomo.

Casandra se vio obligada a seguir enviando cartas, peticiones, moviendo cielo y tierra. Pero, claro envejecer aquí es una maldición volverse apestoso. Su periplo estaba condenado a llegar la tierra de Sísifo.

Si la industria de la música se ha encargado de volver a la gente tonta y de producir mierda para los tímpanos, la industria de la cultura o el Estado dominicano, han contribuido a que todos nos tornemos insensibles. Doña Casandra puede dar testimonio de ello.

El músico Panchito Martín Mena es un ejemplo. El gobierno dominicano debería ir de inmediato donde este artista y proveerle de una pensión digna. Pero, claro, ante ese dios ciego hay que arrodillarse, hay que postrarse.

Hace un tiempo volví por su hogar. Panchito Martín Mena se mantiene vigoroso. Me dio un retrato de ese eterno artista que es. Además de las promesas que se le hiciera, cuenta en su casa con lo esencial: una mecedora, una mujer que lo ama, hijos que lo adoran.

Le queda un chiguete bueno de vida, de humor, de talento. Se mantiene escribiendo, su mente es ágil, recuerda canciones completas, las tararea, hace su historia.

Panchito y su familia, son gente noble, atienden a cuerpo de rey a quien le visita. Lástima pertenecer a una época donde sólo tiene reconocimiento quien se da a las artes del latrocinio. ¿Qué debería hacer el Ministerio de Cultura? Buscar a Panchito, pensionarle, resarcirle y homenajearle como se hace en pueblos hermanos. Sueño como Pilarín, bueno, cuesta, en estos oscuros tiempos.
El autor es periodista y escritor.

El Nacional

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