Así estamos todos: Paranoicos. La paranoia es perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas, dice el diccionario. Nadie quiere salir de sus casas por miedo a ser asaltado, vejado, violado, encarcelado, golpeado, secuestrado, asesinado, desaparecido y lanzado al fondo del mar para que no lo encuentre nadie.
Pero las casas ni los apartamentos garantizan seguridad. Los hogares se han convertido en verdaderas cárceles. Con alarmas, rejas de hierro, policías privados. (¡Nos estamos cagando del miedo!)
Si los jóvenes salen, las madres no pueden dormir. Tienen que esperar, temerosas. Si el teléfono timbra el corazón les da un vuelco .
Los ciudadanos caminan deprisa, casi huyendo. La gente ve delincuentes y asesinos en cualquier persona que se le acerca. Y se llena de pánico. ¡No es para menos!
Un agente policial produce espanto. Nadie sabe si es un delincuente vestido de policía, o un policía delincuente. Los ciudadanos perdieron la confianza en quienes deben protegerlos. ¡No es casual que estén aterrados!
Todos los días nos enteramos por la televisión, la radio, los periódicos y las redes sociales de atracos, robos, secuestros y asesinatos. Cada día los capos actúan con más libertad, desarrollando técnicas y métodos nunca vistos. El ciudadano o ciudadana que no ha sido víctima de un asalto, un robo, una violación, un atentado, un secuestro, sabe de un pariente, amigo o relacionado. Y las historias corren por doquier. Se escuchan en los centros de trabajo, en las universidades y en las esquinas.