Y sigue siendo penoso ver el desenlace de la novela constitucional. Ya a principio de mayo, mientras se conocía en primera lectura nuestra futura Constitución, escribí un artículo titulado No entran moscas en el que alertaba del intervencionismo estatal en la economía estipulada en el proyecto, y el agigantamiento del Estado y sus obligaciones sociales.
Le tomó una lectura y casi cinco meses al sector privado percatarse de que efectivamente el Estado se iba a convertir en un ente de competencia (desleal, agrego yo) en el mercado, y que adicionalmente estaba constitucionalmente obligándose a cargas fiscalmente insostenibles que solo van a ir en detrimento de las libertades individuales de quienes la Constitución se afirma defender.
El monstruo del conservadurismo social y el socialismo económico vuelve a sacar su fea cara para hundir aún más a República Dominicana en el desastre que eternamente ha sido.
No creo que existiera duda de que, como buena tradición dominicana, esta Constitución no sobreviviría una década sin ser modificada. Pero tanto los adefesios sobre la familia, el matrimonio y la definición de la vida desde la concepción, como el harakiri económico del Estado interventor, la utilidad pública, y la obligación social del Estado, le garantizan una vida muy breve a esta Constitución.
Ya es muy tarde para abortar todo el proceso constitucional y empezar desde cero. Y hoy me arrepiento mucho de no haber apoyado la Asamblea Constituyente. En el momento hice mi reserva porque la veía como costosa y redundante, puesto que los Constituyentes iban a seguir siendo personas de los mismos partidos. Todavía lo creo así, pero viendo el debate en la Asamblea, no sé, quizás una Constituyente hubiera aumentado el promedio en el nivel de educación de los que debaten.
Mientras más pasan artículos aprobados como definitivos, mientras más barbaridades e idioteces se van aprobando en la Constitución, mayor resulta ser mi desencanto con todo esto y más aumenta la desesperanza en el país y mis ganas de largarme.
Será una vergüenza para República Dominicana como país la Constitución, y será una vergüenza para nosotros como votantes que les dimos el poder a esos legisladores para votarla.
De mi parte, ya doy por concluido el tema de la Constitución, francamente, que hagan con ella los que les venga en gana, que es exactamente lo que han estado haciendo. Yo de mi parte trataré de vivir mi vida en la forma como el Estado me lo permita, y no como mis convicciones y mis deseos de felicidad lo determinen. Libertad, libertad, ¡qué han hecho con mi libertad?