Editorial

Periodista

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El Día del Periodista, que se festejó ayer, se instituyó en coincidencia con el 193 aniversario de la fundación del Telégrafo Constitucional, primer periódico que circuló en el lado español de la isla, fundado en Santo Domingo por José Núñez de Cáceres y Antonio María Pineda, el 5 de abril de 1821, por tanto es una efeméride vinculada al ejercicio del periodismo y la libertad de prensa.

La historia del periodismo dominicano ha estado siempre enlazada con el compromiso de luchar por la conquista y preservación de las libertades públicas, expresadas en la defensa de los derechos del ciudadano ordinario y la denuncia oportuna y responsable de desafueros o abusos atribuidos a los que detentan poder y autoridad.

Sin alcanzar, quizás, la categoría de apostolado, el periodismo es una suerte de vocación que ha de derivar en el compromiso de servir a la sociedad en todo estado de causa, aun a expensas de la consabida represión de grupos intolerantes que no asimilan los aires de pluralidad o disidencia que se entrecruzan en sociedades democráticas.

El periodista ha de ser un soldado leal de la democracia y de la libertad, lancero y escudero de conculcados derechos de las minorías, así como diligente guía y defensor del ciudadano ordinario, ante el cual tiene el compromiso de informar, orientar y prestar voz, pluma y conciencia para que sus reclamos sean escuchados por las autoridades.

En este mentado mundo de la Aldea Global, signado por el vertiginoso desarrollo del instrumental tecnológico, el derecho a la información veraz y objetiva ha sido degradado por los intereses de gobiernos, bloques y corporaciones, que a su vez controlan poderosos y sofisticados medios de comunicación de imágenes, voz y data, los cuales usan para intentar adocenar a la humanidad conforme a sus intereses políticos, sociales o económicos.

Difícil será que el ciudadano ordinario reciba información de calidad o con la menor contaminación posible sobre acontecimientos mundiales de primer orden como la situación de postguerra en Irak y Afganistán, la crisis de Corea, el conflicto de Israel y Palestina, el de Siria, la Primavera Árabe, la crisis de Venezuela, o el problema de Crimea.

Ese complicado cuadro se reproduce a escala reducida en República Dominicana, donde a pesar de la vigencia plena de la libertad de prensa, periodistas y editores están expuestos o se sitúan en línea de alto riesgo de ofrecer o difundir información previamente contaminada en esferas oficiales, políticas o corporativas.

Es por eso que con motivo de festejarse ayer el Día del Periodista, resulta oportuno llamar la atención a hombres y mujeres que han abrazado tan difícil quehacer, sobre su trascendente compromiso de no apartarse del cumplimiento cabal de los preceptos éticos y morales que exige la profesión y defender a capa y espada el sagrado derecho de los ciudadanos a poder acceder libremente a la verdad.

El Nacional

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