Opinión

Pilar Betances, in memóriam

<P>Pilar Betances, in memóriam</P>

De los más de 150 feminicidios para el año 2003 en el país, el de Pilar Betances Arias, fue de los que más conmovió a Santiago, y a nueve años de la tragedia, que se cumplirán el 2 de agosto, para la familia Betances Arias, siguen siendo dolorosos los días sin ella.  

El caso de Pili desmonta una vez más el mito que asocia el poder y la autodeterminación de una persona por la educación académica y el estatus social, condiciones que no pesan cuando se trata de crímenes por violencia contra la mujer. Psicóloga con muchos años de experiencia en el área infantil, en el Colegio de La Salle de esta ciudad, ¿Qué la hizo aguantar en silencio a su propio verdugo? Probablemente, el peso de una educación tradicional y el miedo a generar conflictos y enfrentamientos entre familias,  hermanos e hijos, con el agresor.

A Pili, compañera de trabajo por más de diez años, no podemos dejar de rememorarla, una triste promesa a su partida. Ella se ha convertido en referente, y cualquier situación relatada, se deduce como la suya, y a partir de la inferencia, muchas veces se presentan alternativas, como si Pili las dictara desde un lugar especial de luz y bendiciones.

Como ella, algunas de las mujeres muertas a manos de sus compañeros del momento, de antes o de siempre, se convierten en una especie de paradigma para bregar con este pesaroso y complejo fenómeno, en el sentido de pautar comportamientos y reacciones que se pueden comparar para comprender cada caso y muchas veces, prevenir el mismo desenlace. Mujeres que no hablaron vivas, pero nos guían muertas.

En este agosto de Pili, hay que recordar las obligaciones que tiene el Estado frente a los derechos humanos de las mujeres, porque son la expresión jurídico obligatoria de principios y valores éticos basados en la dignidad humana consagrada tanto en la nueva Constitución como en los instrumentos internacionales y regionales.

Alguien nos contó que estos nueve años sin Pili, concretan la mitad de la pena del feminicida, compañero matrimoniado con ella por casi 20 años al momento de ejecutarla, y con ese motivo, él quiere la pena cumplida, porque puede solicitar la clemencia que esperó y no tuvo de él Pili, una ventaja que le lleva por estar vivo.

Ojalá quienes deban, recuerden el clamor de endurecimiento de las penas por feminicidio y la realidad que vivimos para que no trastabillen en la decisión y exijan la pena completa para el asesino de Pili.

El Nacional

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