¡Qué lástima!
Una de las principales desventajas de la vida contemporánea de este siglo 21 es que tiende a embotar los sentidos.
Esto se debe, en parte, a que tenemos muchas máquinas o artefactos de diferentes especies que usamos para que hagan por nosotros lo que en otros tiempos hubiéramos hecho nosotros mismos.
No nos estamos quejando, o al menos, no nos quejamos de forma indebida, de la vida político-social del país y de su calidad.
Pocas personas elegirían, tras la adecuada consideración, vivir en otra época que no fuera la del siglo 21.
Sin embargo, no por ello es menos cierto que esa elección se debe a que hacen tantas cosas por nosotros, y a que mientras las están haciendo no tenemos más que mantenernos aparte.
Se sabe, nuestra participación ciudadana está disminuida a la mínima expresión o manipulada, de manera muy cuestionable, ante los ojos de todo el mundo.
¡Bien!, la Asamblea Nacional Revisora lleva la Constitución al siglo pasado dentro de un desafiante retroceso que muestra en sus notables debilidades como si asistiera a un concurso para implantar algún récord de errores… y todo esto se hace con una carga enorme de suspicacias.
La verdad es que esta revisión, que está supuesta a ser deliberada, se ha complicado, y se ha creado un gran ruido que no puede ser más evidente, hasta el punto de corromper seriamente a la democracia.
Y…
Lo peor es, en plena batalla del Congreso integrado por hombres y mujeres, honorables unos, y otros no, en el discurso del consenso y el disenso, más vale la cantidad que la calidad.
¡Qué lástima!