FMI: ¿Algo nuevo?
Dicen que el Fondo Monetario Internacional (FMI) está dando un vuelco en el diseño tradicional de sus programas de ajuste para la aplicación de políticas fiscales y monetarias de corte restrictivo.
Joseph Stiglitz, reconocido economista norteamericano ha cuestionado con pleno conocimiento de causa, los efectos perturbadores que en el plano político-social generan los acuerdos concebidos por el FMI.
Teóricamente el FMI no impone las medidas económicas a los países subdesarrollados que tocan sus puertas en busca de préstamos para financiar desajustes en sus cuentas nacionales, pero en la práctica concentra de manera unilateral el poder de negociación. La voz decisoria emana de los representantes de los países desarrollados.
La imagen mundial del FMI se había deteriorado de tal manera que hasta Milton Friedman (1912-2006), padre espiritual de los apologistas del mercado, planteó la posibilidad de que el papel de la institución deviniera innecesario.
Pero la crisis económica mundial desatada con fuerza a mediados del 2008 resucitó al FMI: los países industrializados integrados en el Grupo de los Veinte (G-20) no vacilaron en otorgar a la entidad el papel de órgano ejecutor de las líneas financieras trazadas por sus representantes en estos tiempos de turbulencias financieras.
La aprobación del aumento de los recursos financieros del FMI para ampliar la cobertura de otorgamiento de préstamos a los países subdesarrollados ha sido positiva, aunque esa decisión no estuvo acompañada de propuestas específicas para reactivar la economía de los países pobres.
El G-20 relanzó al FMI dentro del escenario económico mundial, pero dejó de lado la formulación de un paquete de medidas tendente a transformar y democratizar a esa institución.
Sí hubo un cambio notable en la flexibilización de la política fondomonetarista dirigida al otorgamiento de préstamos a los países subdesarrollados con el objetivo de contrarrestar los efectos de la crisis económica mundial.
También en la actual coyuntura el FMI suavizó si se permite la expresión- su política crediticia y el cumplimiento de las condicionalidades contenidas en los programas Stand-by. Semejante medida, en principio, luce correcta.
La República Dominicana acaba de suscribir uno de los citados acuerdos con el FMI y para los próximos meses se recibirán unos 1 mil 900 millones de dólares, lo que constituirán recursos frescos para reactivar la economía nacional. Habría que esperar su implementación, pero el mismo luce oportuno y necesario.
Desde la frontera EE.UU/México hasta la profundidad de América del Sur, la crisis económica mundial ha impactado adversamente sobre las exportaciones, las remesas y los flujos de inversión extranjera directa (IED) en nuestra región.
Habrá que esperar qué de nuevo trajo el FMI en materia de políticas fiscales y monetarias.