Gastos militares
Las armas no se comen, sino que destruyen riquezas y vidas humanas, lo que debería inducir a los hacedores de políticas públicas de los diversos países del mundo a privilegiar la economía civil en lugar de incentivar el incremento de la economía militar.
En el globo terráqueo se gastaron no menos de 1,7 billones de dólares (2015) en armas de todo tipo y en logística militar, correspondiendo a Estados Unidos el 36 por ciento de esos astronómicos recursos financieros al destinar como presupuesto militar unos 596 mil millones de dólares, superando con creces en esta mortífera carrera a China (13 por ciento), Arabia Saudita (5,2 por ciento) y Rusia (4 por ciento).
Los citados datos fueron aportados por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), con sede en Suecia, lo que facilitada reflexionar sobre el impacto de los gastos militares dentro de la economía civil.
Del negocio de las armas se lucran poderosos consorcios internacionales que incursionan en el comercio y financiación de armas. En el caso de EE.UU. conviene pensar en el denominado Complejo Militar-Industrial, así bautizado por el mandatario estadounidense Dwight D. Eisenhower al momento de pronunciar su último discurso oficial (1961) para dar paso al presidente John Fitzgerald Kennedy.
Los conflictos geopolíticos que suelen desatarse en diversas regiones del globo terráqueo suelen estimular el aumento de los gastos militares. El 2017 podría ser un año marcado por el aumento de los presupuestos militares dentro de los países envueltos en contradicciones político-militares.
Así, ante la decisión de Corea del Norte de realizar pruebas con nuevos misiles que podrían impactar sobre territorio japonés, Estados Unidos ha procedido a instalar un polémico escudo antimisiles THAAD en territorio surcoreano, aumentando mucho más las tensiones geopolíticas en la región. Rusia y China adversan la decisión del gobierno norteamericano. Invocan la ruptura del equilibrio militar en la conflictiva zona…
El THAAD son las siglas en inglés que corresponden a un sistema de última tecnología militar construido por Estados Unidos con el deliberado propósito de derribar misiles o cohetes que vuelen a una elevada altura y que sean de corto, mediano y alcance intermedio durante su trayectoria de desplazamiento.
El sofisticado sistema de defensa tiene un costo por unidad que supera los 450 millones de dólares, siendo Lockheed Martin la principal empresa contratista por parte del Pentágono, aunque también se asocian como subcontratistas las transnacionales Raytheon, Boeing, Aerojet, Rocketdyne, y Honeywell, entre otras.
Y a juzgar por los aprestos militares de Donald Trump, nuevo presidente de Estados Unidos, los gastos militares podrían aumentar dentro de un nuevo escenario geopolítico que alimentaría una carrera armamentista global impactando adversamente sobre el ciclo económico internacional, frenando así la lenta marcha de recuperación de la economía civil.