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Daniel Guerrero 

Tobin: 15 años después
Este tercer mes del año 2017 hace recordar la vida y obra científica de James Tobin, un notable economista estadounidense que hizo significativos aportes a los estudios monetario-financieros, cuestionando los enfoques doctrinales que alaban hasta más no poder la desregulación de la economía nacional e internacional y la automarginación del Estado en las determinaciones financieras.

Fue el 11 de marzo de 2002 cuando una noticia se hizo sentir por los predios del Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), en las universidades del mundo y, naturalmente, en Wall Street: el fallecimiento de James Tobin, Premio Nóbel de Economía (1981).

Su muerte se produjo en tiempo de recesión de la economía norteamericana y bajo los efectos perturbadores que sobre las actividades productivas, comerciales y financieras generaron los trágicos actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 dentro de Estados Unidos.

Téngase en cuenta que el laureado economista estadounidense siempre se opuso al culto del mercado como único factor de redistribución de ingresos al interior de una economía y abogaba por un reconocimiento del espacio estatal dentro de la búsqueda de desarrollo económico y social de los pueblos.

Aunque fue un economista que gozó de la confianza en los círculos financieros del FMI y el BM, hizo perder el sueño a no pocos gerentes bancarios que veían con malos ojos su propuesta de gravar con un impuesto internacional al capital financiero especulativo por considerar que éste genera perturbaciones y crisis económica.

Durante los años ochenta del pasado siglo la propuesta de Tobin sobre el establecimiento de un impuesto a los capitales internacionales que se desplazan de un país a otro en busca de mayores tasas de rentabilidad se sometió a un amplio debate mundial. Los países subdesarrollados, atrapados en medio de la crisis de la deuda externa desatada en 1982, mostraron interés por tan novedosa y oportuna propuesta.

Tobin tomó el pulso al crecimiento de los flujos de capitales que se desplazaban –como golondrinos- de un país a otro en busca de altas tasas de interés que representaran ganancias superiores. La crisis económica mundial del 2008-2009, conocida como la Gran Recesión, puso en evidencia una verdad harto conocida: la desregulación y la automarginación del Estado en las determinaciones financieras constituye un pecado capital.

Tobin vio a distancia la irrupción violenta y creciente del capital especulativo dentro del escenario de la economía mundial, situándose por encima de las operaciones comerciales de bienes y servicios. Hubo gerentes y economistas que suscriben la doctrina del liberalismo que llegaron a considerarlo como un necio, un infiltrado.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, ha llegado a externar su tristeza por la desaparición física del citado economista norteamericano, y que hoy, quince años después de su fallecimiento, recordamos con respeto y reconocimiento profesional: “Echo de menos a James Tobin, y lloro no sólo su desaparición, sino la desaparición de una era en la que los economistas con una decencia básica como la suya podían prosperar, e incluso influir en la política”.

El Nacional

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