La primera Constitución de la República, de la que hoy se conmemora el 167avo aniversario, nació de un parto doloroso con pujos de intolerancia, como si su proclamación marcara el designio histórico de que la Carta Magna sería por siempre objeto de escarnio, mutilación y violación por quienes desde los balcones del Poder juraron defenderla y cumplir sus mandamientos.
Los 27 constituyentes fueron escogidos en consulta convocada por una Junta Central Gubernativa, cuyo control absoluto fue usurpado por el general Pedro Santana, a cinco meses de proclamada la Independencia y que ejercería abierta presión sobre ese Congreso Constitutivo que sesionó en San Cristóbal.
En el entendido de que los 29 legisladores que conformaban esa asamblea estaban compelidos a obedecerlo, el general Santana envió a esa instancia para su inmediata aprobación un contrato de préstamo con un súbdito inglés por un millón 500 mil libras esterlinas, a 30 años de plazo y un interés de un cinco por ciento anual, que fue rechazado a unanimidad al considerarlo oneroso.
Santana, que antes había enviado a San Cristóbal a Tomás Bobadilla para ejercer presión sobre los constituyentes, reaccionó a ese rechazo con la emisión de un decreto mediante el cual asumía plenos poderes y se atribuía el rol de enjuiciar a los diputados por alta traición a la patria.
Al fragor de esa amenaza, los asambleístas aprobaron una ley de inmunidad parlamentaria y votaron una Constitución que establecía un gobierno civil, republicano, representativo, electivo y responsable, la que no fue aceptada por quien 17 años después anexaría la República a la corona española.
Las bayonetas de Santana doblegaron a los constituyentes que tuvieron que insertar un artículo 210 que se dice fue redactado por Bobadilla y el cónsul francés, que otorgó poderes omnímodos al caudillo de El Seibo y cambió la condición de gobierno civil por el de militar.
Ese injerto venenoso expresa que: … el Presidente de la República puede libremente organizar el Ejército y la Armada, movilizar las guardias nacionales y tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa y la seguridad de la nación; pudiendo, en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y decretos que convengan sin estar sujeto a responsabilidad alguna.
Hoy, Día de la Constitución, se formulan votos para que los gobernantes y súbditos respeten y defiendan la Carta Magna, fuente de todas las leyes, decretos y ordenanzas y garantía de un régimen democrático, civil, representativo, en el cual la autoridad legítima nace de la voluntad popular.