Tribunal Constitucional
Dentro de la reforma del Poder Judicial, como parte de la modificación a la Constitución, se planteó la creación de una instancia, sala de la corte suprema o tribunal de garantías constitucionales, con jueces escogidos por el Consejo de la Magistratura.
Está de nuevo en el tapete esa propuesta para crear un órgano judicial especial.
El asunto es trascendente. Conviene, pues, una ponderación sosegada, despojada de los intereses coyunturales o de embrollos políticos, para que lo que apruebe la Asamblea Revisora sea positivo a la democracia, de larga permanencia en el tiempo y beneficioso para la ciudadanía.
Esta instancia es una necesidad, no sólo porque estaría acorde con la legislación madre como la francesa, sino porque llenaría el hueco de dejadez, desinterés o como se califique la negligencia de la Corte Suprema para resolver con agilidad asuntos de constitucionalidad o no de actos jurídicos de la administración. Los ejemplos están ahí.
Lo primero a definir es si será sala o tribunal, en el entendido de que la primera sería extensión de la corte actual y la segunda, un órgano independiente, con personalidad propia como instancia especializada en la materia constitucional.
La opinión de los expertos, mayoritaria, parece inclinarse por la modalidad de Tribunal de Garantías Constitucionales, como en otros países.
Sobre el número ideal o apropiado de miembros para el trabajo esperado, al tratarse de un órgano colegiado y para una materia exclusiva, la cantidad de 13, más o menos, es un exceso. Lo ideal sería cinco, a lo sumo, porque no tendrán casos todos los días.
El Tribunal de Garantías Constitucionales es una necesidad ante la negligencia y actuación más política que jurídica de la Suprema en esa materia y, además, porque debe haber equilibrio de poderes
Ahora bien, las cuestiones que no se ven son, entre otras, que en la práctica se le despoja a la actual Corte de parte del tanto poder, casi absoluto, que tiene, lo cual es positivo y, además, que en el futuro sectores políticos podrían elucubrar para agenciarse el apoyo del nuevo órgano ante cualquier invento o travesura constitucional.
Como en América Latina las modificaciones constitucionales están a la moda, como traje a la medida de gobernantes de vocación continuista, hay que tener mucho cuidado. Y no ver sólo hasta la nariz.