Opinión

PUNTOS… Y PICAS

PUNTOS… Y PICAS

 La elección y entronización del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, como Papa Francisco, es un suceso mundial con primacías y mensajes que apuntalan cambios del gobierno milenario de la iglesia católica, cuestionado por escándalos permanentes de sus pastores.

Bergoglio es el papa 266 en la historia, primero originario de América, continente con más de 500 millones de fieles, primer no europeo en trece siglos y también pionero de la Compañía de Jesús, todo lo cual más el nombre adoptado, anticipan orientación real hacia pobres.

Este sacerdote, de 76 años, es conocido por humildad y vida austera, renuncia a lujos y comodidades del ejercicio pastoral anterior, vivió modestamente en Argentina, proveyéndose alimentación, realizando tareas domésticas y utilizando servicio público como transporte.

Luego de elegido sucesor de Pedro, primer obispo de Roma, marca pautas y envía señales desde su primera aparición en el balcón vaticano para saludar la muchedumbre que esperaba ansiosa al nuevo pontífice tras la fumata blanca y repicar de campanas de capilla Sixtina.

Este hombre, elevado a categoría de Sumo Pontífice, rompe esquemas y simbologías protocolares, habla de pobreza más allá del discurso, hace voto de humildad con renuncia a lujos, usa el mismo crucifijo de cardenal y, hasta ahora, contacta la gente sin formalidades excesivas.

Con todo esto envía mensajes múltiples a la cúpula gubernativa vaticana, al clero en general y a millones de católicos dispersos por el mundo que aspiran su iglesia supere males escandalosos de hoy como la pederastia en sacerdotes y el manejo de las finanzas ambrosianas.

El Papa Francisco, vigoroso y con expectativa de pontificado extenso, debe conducir el catolicismo al reencuentro con la opción preferencial por los pobres, a la autocrítica y petición de perdón por errores como admitió Juan Pablo II, y también a afrontar retos y marcar soluciones a esos males.

El Nacional

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