Si a usted se le daña la estufa, la nevera, un abanico, el motor de la cisterna, el inversor que suple un suministro eléctrico malísimo, si requiere arreglar el jardín o pintar algo, deberá contratar los servicios de un técnico para que solucione el problema.
Cuando el trabajo esté concluido, el resultado obtenido será el referente para la valoración del desempeño de la persona contratada. Ese análisis autoriza a hablar de éxito o fracaso en la gestión llevada a cabo. Es la aplicación de una lógica elemental. A nadie con un mínimo de respeto por sí mismo se le ocurriría proclamarse exitoso si no ha satisfecho los requerimientos para los cuales fue seleccionado.
Con los presidentes y funcionarios públicos ocurre algo similar. Sólo una comprensible y manipulada distorsión en la determinación de la naturaleza de estos personajes, conduce a considerarlos diferentes a un personal contratado para la ejecución de una obra o servicio específico. Pero eso es lo que son. Apenas cambia la forma de establecer la vinculación laboral y el tipo de servicios prestados, pero están en el deber de producir resultados cónsonos con las tareas encomendadas. De lo contrario, habrán fracasado en el ejercicio de sus funciones.
Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes es el primer deber de todo presidente, a lo cual se obliga bajo juramento al tomar posesión de su cargo ante la Asamblea Nacional. Ese compromiso fundamental es la fuente de donde emanan las demás responsabilidades, dentro de las cuales, resalta la reducción de la pobreza y el incremento de las condiciones de existencia de sus gobernados. De nada sirve exhibir al final de una gestión obras materiales, si no han incidido en la circunstancia vivencial de la gente.
Lo que hace el PNUD es evaluar el desempeño de las autoridades dominicanas al medir los índices alcanzados en las variables que determinan el Desarrollo Humano de los habitantes del país. Una vez más, el Informe presentado no puede ser más lastimoso. La nación arroja cifras miserables en los principales indicadores de desarrollo. La educación, la salud, el empleo, los servicios, están por debajo de los promedios mínimos requeridos, con la agravante de que han sobrado los recursos para que los resultados fueran diferentes.
Desde esa perspectiva, única objetiva para valorar a los responsables de la conducción del Estado, se ha fracasado estrepitosamente. No importa lo extasiados que puedan estar sus vanidosos egos.