De prisa, cerremos la Oficina que debemos salir para el estadio a respaldar nuestras Aguilitas en su lucha desigual con el indómito tigre. Qué pena, está sonando el teléfono y debo contestar, ojalá no sea un cliente que retrase nuestra partida. Ni modo, primero el trabajo que la diversión, decía mi Padre.
¿Habla alguien de apellido Forastieri? se oyó musitar una voz femenina notoriamente angustiada. Sí, señora, así es, en qué podemos ayudarla. Soy una vecina del Dr. Forastieri, de la Calle Polvorín, salga seguido para acá, el doctor tuvo un problema con una persona y está tirado en el suelo, yo misma le puse encima una sábana.
Primo, ¿estás próximo a la casa de tu Papá?, sí, ¿qué pasó? Ve inmediatamente y nos encontramos allá que el Tío ha tenido un incidente con alguien. De acuerdo, llego primero que tú porque estoy más cerca, me dijo el hijo atormentado.
El crimen de un ángel todavía impune
Frente al Altar de los padres de una patria que va muy mal, recibí la segunda llamada: Coño, Primo, mataron a Papi. Inmediatamente reparé en el detalle de la señora al decirme que había colocado una sábana sobre su cuerpo tirado en la acera, y comprendí que eso solo podía hacerse ante quien la vida le había abandonado. Estoy llegando, le dije a mi pariente.
El tumulto era notorio desde cierta distancia y la cinta amarilla que deslinda escenas de crímenes no dejaba espacio para la duda. Al permitirme pasar por mi condición de familiar cercano, pude ver una de las escenas más desgarradoras que he presenciado.
En ese instante, las autoridades extraían de los bolsillos de la ropa sobre la cual se mezclaba la sangre con la lluvia, las pertenencias personales que llevaba un hombre que dedicó su vida a sanar enfermos pobres, sin mayor compensación que la gratitud imperecedera de miles de pacientes. Unas lentillas viejas, una maltrecha libretica de apuntes y un peinecillo.
El policía me llamó aparte: Todo se resolverá. Me mostró la grabación donde se veía correr una persona captada por la cámara de la esquina. Por ironía, un obvio integrante de la clase social a la que mi Tío entregó sus conocimientos y su generosidad sin límites.
A partir de ahí todo ha sido visitas y entrevistas en la Policía. Detención de inocentes y expectativas diluidas. A casi tres meses de aquel horror, ¿es posible que la familia continúe preguntándose, quién mató al Ángel?